Tal y como está el mundo del rock –al menos en su vertiente más tradicional, y con la tan promulgada venida abajo desde hace tantos años-, que una nueva banda se presente como “la respuesta” podría parecer algo pretencioso. Más aún si la “respuesta” es una que ya se había utilizado para preguntas de hace unos treinta años.
Pero hay que reconocer que este hard rock de corte setentero, a la vez agradable y melódico e igualmente enérgico y rockero, heredero de Lez Zeppelin –los de sus momentos más “cercanos” e inmediatos- o de Free, de The Faces o de tantos otros, ha seguido siendo esta década una respuesta efectiva.
Por lo menos si se ha hecho, como es el caso de “Rise”, con reconocible pasión por esa música –incluso llevando todos sus tópicos con honor-, buen hacer en composición e interpretación y gran sonido.
Esto es algo que se ha reconocido públicamente y que incluso se ha agrandado por las ganas de encontrar a los sucesores mediáticos de aquellas grandes bandas, nostálgicos de los dinosaurios y renegados de que los actuales gigantes musicales poco o nada tengan que ver con el Rock en mayúsculas. Así, el pistoletazo de salida de The Answer se anunció como “el debut de la década en el Reino Unido” o el nacer de los “nuevos Led Zeppelin”, además de ser bendecido por la Albert Productions, hogar, ni más ni menos, que de AC/DC. Pero más allá de afirmaciones de este tipo, que sólo suelen servir para lo que el tiempo ya ha colocado en su sitio, “Rise” sí que demostró que una joven formación tenía talento para conseguir ya con su estreno un empaque propio de la madurez y un sonido que, extrañamente para unos nacidos en Irlanda del Norte, respiraba aquel ambiente que tenía el rock americano de gusto folk más añejo o el blues rock de los colosos de los primeros 70s. Aquel que pega con el tabaco de mascar, el whisky fuerte y con las botas de espuelas.
A falta de encontrar una fórmula que devuelva el Rock a la cima, fue una buena manera de empezar, como igualmente puede el disco ser un buen punto para comenzar –con esta nueva categoría de “Futuros clásicos”- un repaso a lo que con mayor fortuna nos ha traído la década. Por ejemplo, porque invita a pensar en varias trivialidades ¿Realmente los tiempos pasados fueron mejores y es una necesidad (o una quimera) recuperarlos? ¿O sencillamente, aceptando el nuevo rol del rock duro –tan menos ligado a los medios como, quizá por eso, libre- hoy por hoy hay infinidad de recursos, en forma de legado de todas las épocas, que se pueden aprovechar para seguir ofreciendo de todo lo que nos gusta y en gran calidad? Sin querer ir más allá, la década ha dejado cosas lo suficientemente buenas como para ser consideradas en la misma estima que las de las anteriores (ni más ni menos que por tener más o menos tiempo), y, por qué no, ese mismo tiempo puede acabar poniéndolas en la categoría de clásicos.
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