martes, 22 de octubre de 2013

1978 - Asfalto - Asfalto


Tras seis años de trabajo, de idas,  venidas y cambios en la formación, de cambios también en las disqueras, e incluso de primeras experiencias en la grabación (aunque no fueran  otra cosa sino un tributo a los Beatles), Asfalto por fin conseguía una propuesta firme para lanzar su debut. 
Un difícil camino en aquel tiempo de cambio que fue la transición. Pero el resultado merecía la pena, como si todas esas vivencias quedaran incrustadas en la música, y la vida en la España de mediados de los 70s tuviera que quedar plasmada para siempre en sus canciones.

Y vaya si lo hizo. El desencanto por unos tiempos tan largamente esperados, la asfixia por el crecimiento del Madrid obrero de la época, el hastío de la rutina, el deseo de una vida más sencilla y el recuerdo de la opresión encuentran su espacio dentro un disco que es casi una crónica de la época. 
De una manera extraña, a la vez emotiva y poética, pero también muy agarrada a la vida banal de la clase obrera y a sus referentes populares. Pero con un carácter muy reconocible, entonces novedoso, que más tarde desarrollarían –de una manera más agresiva- los dos gigantes del rock duro en España que tras la estela de Asfalto estaban por llegar.

Los primeros en grabar para los históricos Chapa Discos, consiguieron juntar un buen puñado de canciones que han pasado a la historia del rock de este país, siendo varias de este primer trabajo algunas de las más reconocidas de su discografía.
Estos fueron los temas:

1. Ya está bien. Una manera estupenda de comenzar un disco: con el tema más directo y contundente, y marcando estilo para los grupos que estaban por llegar. Y para las letras, un relato del duro camino del músico de rock en aquel momento.

2. Capitán trueno. Se dice que es uno de los primeros temas de ese género tan “nuestro” que es el rock urbano, y además una de sus grandes banderas. Esto es, claro, por la denuncia social que hacen las letras, aunque sea de una manera tan inocente como invocar a un héroe del cómic para que arregle nuestras vergüenzas. De cualquier manera, es un tema de gran carisma y personalidad, en buena parte por la aportación de esa flauta que da un toque “folk” o incluso “prog” a su sonido. Una de sus canciones más conocidas y un éxito de la época.

3. Ser urbano. Guitarras dobladas al más puro estilo setentero de unos UFO o Thin Lizzy, y un tema de mayor peso hardrockero que el anterior, si bien se mueve por terrenos parecidos. Esta vez la denuncia, de nuevo de manera muy simbólica y original, se hace del crecimiento de las ciudades como masas de asfalto y obreros alienados. Algo muy recurrente en el rock de esos años.

4. Días de escuela. La auténtica maravilla del disco. Uno de sus temas más dinámicos, más por esa espectacular base rítmica que por un sonido general que es mucho más técnico y emotivo que duro. Las penurias de la escuela de la España Franquista resumidas en una canción que inevitablemente queda para el recuerdo.

5. Todos los días. Con el listón tan alto, y en vísperas del tema más desarrollado del disco, “Todos los días” se convierte en un puente ligerito que bien agradece el trabajo.

6. Quiero irme (La huída). Y turno para el tema más largo, trabajado, y próximo al hard rock de tintes progresivos de unos Rush. De nuevo uno de los puntos más altos del disco.

7. Rocinante. Otro de sus temas más conocidos. En un ambiente nostálgico y altamente emotivo, como de balada de aire sinfónico, el narrador llega al lugar donde han quedado olvidadas todas las cosas que ya no existen en la caótica sociedad del momento, y entre ellas Rocinante, símbolo a la vez de la naturaleza (abandonada “por un tractor”) y las ilusiones de los “Don Quijotes” que han acabado sucumbiendo. El abandono de la realidad como solución para nuestras penurias, a la curiosa “manera Asfalto”. 

8. La isla del amor. El disco ha girado hacia lo más tranquilo, y es buen momento para encajar la vieja y alegre influencia de los Beatles. 

9. El emigrante. Y estando ya en estos terrenos, un cierre tranquilo nunca viene mal para aumentar las ganas de pinchar de nuevo un disco tan variado como interesante.

Sin embargo, el hecho de que no consiguieran establecer una dirección clara (como parece evidente si comparamos el heavy rock de “Ya está bien”, muy en la línea de lo que en pocos años haría famosos a Barón Rojo, con esa “beatleliana ” “La Isla del Amor”, o con los varios momentos de influencia sinfónica o progresiva) reavivó las discusiones en el seno del grupo, que tras el lanzamiento acabaron con una separación que nos dejaría a unos remodelados Asfalto grabando rápidamente el siguiente “Al otro lado” y a los nuevos Topo, nacidos de la escisión, corriendo a hacer competencia con su debut.

Sea como sea, “Asfalto” (el disco) quedó atrás como un pedazo importantísimo de la Historia del Rock  en España, y como tal conviene recordarlo.

lunes, 17 de junio de 2013

1982 - Blue Öyster Cult - Extraterrestrial Live


Hubo una época, aquella transición hacia los 80s que tan importante fue en la evolución del rock duro, en la que los grandes grupos de los 70s fueron cerrando sus etapas de gloria. En algunos casos, para empezar otras, pero siempre dejando atrás una parte del sonido de esa década en la que se coronaron, y casi siempre con grandes discos en directo que recogían el mejor material de aquellos años.
Los “hijos” de Deep Purple lo hicieron (Rainbow con “On Stage” y Whitesnake con “Live... in the Heart of the City”), Thin Lizzy hizo lo propio, KISS nos regaló su “Alive II” y Scorpions o Judas Priest cumplieron con su parte “en el Este”, todos ellos entre el ’77 y el ’80, y todos dejando algunos de los mejores trabajos en directo que haya dado esta música.

Blue Öyster Cult, el gran “dinosaurio” americano, que había sido uno de los primeros en llegar, puso también fin a estos años de cambio con su broche en vivo en el ‘82.

En su caso, además, el sentimiento de “final de una era” fue todavía mayor. Porque los de Nueva York rompían en esta gira, la de “Fire of Unknow Origin”, una alineación original que había permanecido inalterable más de una década. Y porque, al pasar los años, se ha visto que también dejaban atrás su mejor época en lo musical.
Vendrían otros muchos buenos discos, y otros estilos llegarían para enriquecer su propuesta. Pero difícilmente se puede discutir que lo más brillante de su producción quedó allí.

Eso sí, si se trataba de cerrar su etapa de gloria, “Extratrerrestial Live” lo hizo por todo lo alto.
Quizá sin lucir una grabación fantástica, con un sonido sin retocar, pero de una manera poderosa, honesta, haciendo participar al público, estirando o modificando las versiones de estudio, adornándolas con “jams” y solos y, en definitiva, poniendo de la mejor manera posible ese “añadido” que debe tener un disco en directo.

“Extraterrestrial Live” no era su primer disco de este tipo, pero ese “algo especial” que tenía el momento lo encumbró a nuevas cotas, y se hizo notar incluso en el repertorio. Y es que cada uno de los 8 discos de estudio anteriores, los 8 de la formación original, se vio representado al menos por un tema, lo que en un disco de 13 cortes es algo que parece consciente y significativo. Qué mejor manera de cerrar una etapa que con algo parecido a un “grandes éxitos” en directo.
A cada fan “le faltará” su tema especial (yo hubiera añadido “Flaming Telepaths” o “Astronomy”), pero aunque BÖC es un grupo que se ha prodigado mucho en los directos, para la mayoría éste es el de mejor repertorio. Y con todo lo anterior, eso lo convierte en un clásico imprescindible para sus seguidores, y una inmejorable manera de empezar a conocerlos para los que todavía no lo sean.

De los 13 temas,  11 salen de la famosa gira de “Fire of Unknown Origin” (y eso explica que sea el disco más representado, con 3, en el track list), a mitad de la cual fue expulsado Albert Bouchard, batería original del grupo y hombre importante también en la composición. Se sabe que en esa época tenía ciertos problemas “personales” que lo llevaron a presentarse tarde en varios de los conciertos de la gira, llegando incluso en 2 ocasiones a comenzar el grupo la actuación con el “roadie” Rick Downey, y añadiéndose Bouchard a medio show. La gira acabó con Downey como batería oficial de BÖC y Albert Bouchard centrándose en solitario en el proyecto que hubiera querido para un grupo (la ópera rock “Imaginos”) que viraría hacia otros terrenos algo más “comerciales”, pero que sin embargo acabaría publicándose años más tarde con la participación y bajo el nombre de Blue Öyster Cult.
En esos 11 temas podemos escuchar a Downey a la batería. Pero BÖC quiso mantener la presencia de Bouchard en el lanzamiento, y los otros dos fueron extraídos de la gira inmediatamente anterior, la que realizaron junto a los Black Sabbath del “Heaven and Hell” en el ya mítico “Black And Blue Tour” y que había sido grabada para un lanzamiento en VHS.

La cosa, pues, quedó como sigue:

  1. “Dominance and Submission”. Grabado en NY en 1980, es uno de los dos temas en los que estuvo Albert Bouchard. Único representante de “Secret Treatries”, que sin embargo es uno de sus trabajos más reconocidos, sirve para abrir de una manera poderosa el disco. Impagable la aportación del público gritando algo tan bizarro como “Dominance! Submission!”.

  1. “Cities On Flame with Rock and Roll”. El gran clásico del disco debut abre la lista de canciones grabadas en 1981 ya con Downey en la batería. De nuevo, único representante de su disco.

  1. “Dr. Music”. Y lo mismo se puede decir de “Dr. Music” respecto a su disco “Mirrors”. El cambio de registro entre su debut y este disco de finales de los 70s es notable, y con esto el directo va añadiendo diferentes texturas. Como la anterior, grabada en diciembre del 1981, durante el final de la gira.

  1. “The Red And The Black”. Primer tema grabado en el show al que pertenecen la mayoría de los siguientes, histórico concierto de octubre del ’81 en Hollywood que fue también grabado en video. Y primero de los dos representantes de “Tyranny and Mutation” que, cómo no, aporta parte de lo más potente disco.

  1. “Joan Crawford”. El primero de los temas de “Fire of Unknown Origin” sigue añadiendo registros a base de piano y preciosas melodías.

  1. “Burning for You”. Y si hay que presentar a “Fire of Unknown Origin”, qué mejor que su hit single.

  1. “Roadhouse Blues”. Blue Öyster Cult siempre fue uno de esos grupos a los que les gusta añadir algún “cover” a sus directos. “Born To Be Wild”, por ejemplo, se había convertido ya en un “bis” clásico para sus actuaciones. Pero en 1981 Robby Krieger, guitarrista original de los entonces ya extintos The Doors, se hallaba en una época de búsqueda de diversos proyectos, y colaboró en repetidas ocasiones con BÖC añadiendo su guitarra en directo, como en este caso, y posteriormente también en estudio. Y para presentar a Krieger, claro, qué mejor que tocar el “Roadhouse Blues” de The Doors. Fenomenal actuación de todo el grupo, por cierto, y especialmente la de Eric Bloom, de la que hubiera estado más que orgulloso el mismísimo Jim Morrison.

  1. “Black Blade”. Originalmente lanzado como doble directo, ésta era la apertura del segundo disco. Y como en el primero, se insertó para empezar un corte anterior con Albert Bouchard a la batería. En este caso, el único tema de “Cultosaurus Erectus”.

  1. “Hot Rails to Hell”. De vuelta a 1981, a Rick Downey, y a “Tyranny and Mutation”.

  1. “Godzilla”. Y turno para “Spectres”, que aporta sólo su tema “franquicia”. Inevitable en sus directos y espectacular en aquella época, en la que una reconstrucción gigante del monstruo aparecía sobre el escenario escupiendo humo y luces.

  1. “Veteran of the Psychic Wars”. El tercer y último tema de “Fire of Unkown Origin” es uno de los momentos más celebrados del disco. Si en todo lo anterior el grupo ya había demostrado su pericia con los instrumentos, el solo con el que Buck Dharma adorna en directo a este colosal tema ha sido reconocido siempre por la crítica y los fans como uno de los mejores que se hayan grabado nunca en los más clásicos directos de la historia del rock duro. Una demostración más de uno de los mejores guitarristas del género, aunque sea sin embargo uno de los menos populares de las “grandes ligas”.


  1. “E.T.I. (Extra Terrestrial Intelligence)”. Y después del momento mágico del disco, aguarda la traca final con los dos temas de su celebrado “Agents of Fortune”, habituales para el final de su repertorio. Primero el que da nombre a disco.

  1. “(Don’t Fear) The Reaper”. Y por último el que es posiblemente su tema más conocido y su single de mayor éxito, siempre cerrando con ese halo de misterio sus actuaciones.

viernes, 7 de junio de 2013

1983 - Blue Öyster Cult - The Revölution By Night


Cada uno de los ocho discos de estudio que Blue Öyster Cult publicó antes de la primera ruptura de su formación original, aunque muy especialmente los cuatro primeros y el último de esa etapa, tiene seguidores que lo consideran lo mejor de su discografía. La mayoría están de acuerdo, eso sí, en que los inmediatamente posteriores a esa ruptura son los peores.
La explicación de esta extendida sensación, centrada en “The Revölution by Night”, puede parecer tan sencilla como exagerada.

Para empezar, es el primer disco sin la formación original al completo, que había aguantado toda una década de reconocimiento. Y ya sabemos que los cambios de formación suelen traer polémicas.
El éxito de “Fire of Unknown Origin”, encabezado por el de su hit-single “Burning for You” y rotundamente coronado por el de su posterior gira, recogida en el impresionante “Extratrerrestial Live”, podía llevar a pensar en una nueva era comercialmente dorada para el grupo, que había que aprovechar. Y con la música de grupos como Foreigner, Survivor o Reo Speedwagon reluciendo entre el mainstream americano, esa podía ser una línea a seguir que no estaba del todo lejos de algunos de los muchos registros ya lucidos por la banda de New York.
Albert Bouchard, batería original, salió del grupo durante la mastodóntica gira de “Fire Of Unknown Origin”, y decidió ir por otros caminos de carácter más complejo, embarcándose en la idea de una ópera rock que, a la postre, acabaría publicándose años más tarde bajo el nombre de su banda madre. Rick Downey, presentado en la gira que recoge “Extratrerrestial Live” y por primera vez músico de estudio para BÖC en “The Revölution by Night”, fue su sustituto, empezando así una dinámica que seguiría con el teclista Allen Lanier fuera del grupo poco después de su publicación. Y si en esto ya hay una parte de justificación para los más críticos, la segunda parte es todavía más recurrente para este tipo de casos: el famoso “cambio de estilo”.

En el caso de Blue Öyster Cult, hablar de un cambio de estilo es algo bastante complicado. Está claro que “Tyranny & Mutation” tiene poco que ver con “Fire Of Unkown Origin”, si de etiquetas musicales se trata, y ambos son trabajos de gran reputación. Que desde “Secret Treaties” habían ido evolucionando hacia una manera más personal, a la vez comercial y rica en matices de entender el rock duro es algo evidente, y sabemos que habían sido capaces, incluso en un mismo disco, de dar cabida al hard/heavy rock más rocoso, el pop rock más atmosférico o el rock de tintes progresivos e influencia jazz. Que en este momento incluyeran el rock melódico del mainstream entre su amplia lista de recursos tampoco parece algo especialmente reseñable, así que puede que haya que entender parte del rechazo a que, eso sí, el resultado (con ese barniz que restringe parte de su creatividad) parece algo menos "suyo" que su material anterior, además de menos variado.



En realidad, temas como “Take Me Away”, “Feel The Thunder” (estas dos en un registro muy del Eric Bloom de siempre), “Veins” o “Dragon Lady” (otras dos en el más clásico de Buck Dharma), no se habían movido mucho de esa propuesta personal sobre la que venían variando desde “Secret Treaties”, aunque se pueda decir (y quizá aquí está el punto) que “Take Me Away” no llegue a la brillantez de un “E.T.I”, o que “Dragon Lady” ya no sorprenda tanto como “Tattoo Vampire”, por comparar con clásicos anteriores de carácter similar. Pero no por eso dejan de ser grandísimos temas. Incluso “Light Years of Love” encajaría entre los momentos más relajados de “Spectres”, recordando a “Celestial the Queen”. Y con estos y otros, es fácil encontrar una mayoría de cortes que perfectamente pudieran tener cabida, por estilo y nivel, en otros momentos de su discografía. Lo que puede que falte es alguno de esos bombazos que siempre habían tenido sus discos. Porque ni siquiera en las letras (de nuevo con la ciencia ficción como tema recurrente) hay excesivos cambios. En algo relacionado con esto, eso sí, se centran algunas de las críticas más feroces, ya que la sarta de tópicos rockeros que proclama “Let Go” suele reprocharse duramente a quienes habían sido incluso capaces de resultar elegantes hablando de contactos con alienígenas.

Por otro lado, los temas que sí muestran claramente esa nueva vocación AOR (“Eyes on Fire” y “Shooting Shark”, especialmente) resultan casi impecables en este registro, por mucho que abandonen parte de la fuerte personalidad de BÖC. Y lo dicho, no dejan de ser unos pocos momentos que pueden dar otras texturas al disco, resultando algo distinto del siguiente "Club Ninja", que se centró precisamente en estos registros.

Así que, en resumen, más que resultar especialmente lejano en sonido, la “diferencia” (para bien o para mal) en “The Revölution by Night” la marca el “encorsetamiento”. O, por decirlo de otra manera, esa contención dentro de unos parámetros menos flexibles que permitan momentos más espectaculares. Y esa sensación de "modestia" no impide, claro, que resulte un disco muy disfrutable, divertido e incluso más homogéneo, sabiendo que esto último es algo que algunos de los “no muy seguidores” del grupo echan en falta en sus discos clásicos.

lunes, 27 de mayo de 2013

1974 - Blue Öyster Cult - Secret Treaties


En 1974 debutaban KISS, Rush o Judas Priest, pero unos pocos dinosaurios del rock duro ya habían conseguido asentarse en la escena con un peso que pocas veces se ha visto desde entonces. Deep Purple, Black Sabbath o Led Zeppelin habían conseguido en este terreno que la atención se volcara hacia Gran Bretaña, pero, como siempre, los USA también habían tenido algo que decir.
Blue Öyster Cult llevaban años en la palestra, y habían dejado ya dos discos que podían plantar cara a los que venían de las islas. Tan técnica como oscura y rocosa, su música bien podía colocarse en el mismo escaparate que la de esos otros gigantes, pero su público, hasta el momento, estaba más limitado dentro de sus fronteras. Y su tercer disco tenía que remediarlo.

“Secret Treaties” se ha visto normalmente encasillado como el capítulo final de la etapa “en blanco y negro” con la que comenzaron su andadura (las portadas tienen la culpa), pero la verdad es que es más fácil entenderlo como un disco de transición hacia los más heterogéneos discos posteriores. En ese sentido, la voluntad de ampliar su público es evidente en la evolución respecto al sonido del anterior “Tyranny & Mutation”. Exuberantemente guitarrero, pero también capaz de dar más protagonismo a los coros y, sobre todo, a los teclados, así como de dar rienda suelta a su imaginación y excentricidades en otros registros.

Si atendemos a los resultados comerciales, iban por el buen camino. Certificado oro, estuvo catorce semanas seguidas en las listas del Billboard americano. Y con el éxito, su reconocimiento iba en alza. Poco después de su salida, la revista ¡británica! Melody Maker lo declaraba el mejor disco de Rock de todos los tiempos, empezando a colocarlo como un habitual entre los trabajos del género que la crítica ha tratado con mayor respeto. Y que sirva de ejemplo el que revistas como “Rolling Stone” y “Kerrang!” lo hayan incluido habitualmente en sus rankings de los mejores discos de siempre.

En su momento, les sirvió para que pasaran a ser habituales cabezas de cartel en grandes festivales, y allanó el camino para que el siguiente “Agents of Fortune” tuviera una recepción todavía mayor, alcanzando pronto el platino.

Con todo esto, no es raro que muchos de sus fans lo consideren el mejor disco de su carrera. Pero lo sea o no (hay mucho donde elegir, anterior o posterior, como para poder dar un veredicto rotundo), es innegablemente uno de sus más importantes, tanto popularmente como para la definición de su identidad. Ésa tan especial y compleja que los hace únicos, atrapa irremediablemente a unos, y los hace tan poco accesibles para otros.
Veamos por qué.

1. “Career of Evil”.
Primer tema y primera prueba de su evolución. Si “Blue Öyster Cult” empezaba con un cañonazo como “Tranmaniacon MC” y “Tyranny & Mutation” abría fuego de la manera más acelerada con “The Red And The Black”, “Secret Treaties” empieza a mostrar sus cartas con un medio tiempo en un formato “single” mucho más claro, en colaboración, además, con la que pronto sería diva de la escena punk americana, Patti Smith. La clase de Buck Dharma, Eric Bloom y sus chicos, eso sí, permanece intacta para firmar uno de los momentos más agradablemente accesibles del trabajo. Un clásico de su repertorio desde entonces.

2. “Subhuman”.
También derrochando clase, pero en un registro más complejo en el que la imaginativa guitarra de Buck Dharma se mueve como pez en el agua, “Subhuman” devuelve a Blue Öyster Cult a un registro más cercano a los temas “más tranquilos” de los trabajos anteriores.

3. “Dominance And Submission”.
Y, por fin, la apertura del tercer tema hace recordar a los fans de los discos anteriores la potencia de sus guitarras. Mención aparte merece la continuidad también en el terreno de las letras. Si las de los discos anteriores pueden calificarse como excéntricas, éstas no se quedan atrás.

4. “Me 262”.
De nuevo las letras llaman la atención, pero en este caso para glosar sobre el primer modelo de avión de combate a reacción. Extraño, pero recubierto de fiero rock’n roll resulta otro excelente tema habitual de sus directos.

5. “Cagey Greetings”.
Más rock’n roll, y más excentricidades. Esta vez salpican a unas melodías especialmente contagiosas. Y como es habitual en su producción, fenomenal trabajo instrumental, destacándose aquí como se integran guitarra y teclados.

6. “Harvester of Eyes”.
Lo machacón del riff principal la corona como una canción especialmente apropiada para los directos (y bien que se han servido de ella en ese aspecto). En “Secret Treaties”, además, nos lleva hacia el decisivo broche final de los dos últimos temas.

7. “Flaming Telepaths”.
Puede que no sea habitual que los dos temas insignia de un disco sean precisamente los dos últimos. En un disco relativamente corto como éste, la estrategia funciona perfectamente. Si hasta aquí era un gran disco, acabar la escucha de esta manera lleva a cualquiera a levantar su calificación hasta los extremos que se comentaban antes.
Ciencia ficción (su tema más recurrente) envuelta en psicodelia y melodías sobrecogedoras, además de enmarcada entre una de las entradas más espectaculares que se pueden encontrar y un final acelerado que no lo es menos.

8. “Astronomy”
Y por fin, lo que muchos esperaban. Como Queen harían unos años más tarde con “We Will Rock You / We Are The Champions”, el poderoso final de la anterior se corta en seco para dejar paso al piano que abre la siguiente. Y si “Flaming Telepaths” es uno de sus mayores clásicos, “Astronomy” lo es todavía más, acabando así el disco con una de sus más conocidas y recordadas canciones. Habitual en los conciertos, revisada años más tarde dentro de su disco conceptual “Imaginos”, y versionada todavía otros tantos años después por Metallica, que se unía así a la larga lista de grupos (de Lizzy Borden a HIM, pasando por Iced Earth o Candlemass) que han intentado añadir a las suyas las personales melodías de Blue Öyster Cult.
Inmejorable final... para dejar al público con ganas de empezar otra vez.

viernes, 12 de abril de 2013

1978 - KISS - Paul Stanley


En 1978 KISS hacía honor a la frase con la que abre sus conciertos: era la banda más “caliente” del planeta.
Unos años antes, “Alive!” les había hecho dar el salto definitivo a la fama y “Destroyer” los había afianzado en el estrellato. Y lo había hecho con un empuje que no sólo todavía duraba, sino que durante la gira de “Love Gun” –quizá precisamente por la voluntad de extenderlo más y más- había sido más perceptible que nunca en sus conciertos multitudinarios (se dice que entonces salían a 13.000 personas por concierto) y en la creciente ola de merchandising diverso sobre la banda. 

Pero a alguien (probablemente el que había sido su manager desde sus inicios, Bill Aucoin) se le ocurrió que todavía se podía dar algún paso más. Puede que para aprovechar un momento que difícilmente se iba a repetir, o puede que siendo consciente de que aquello no podía durar mucho. Pero había que hacer algo nunca visto.

Dos ideas salieron a la palestra: el rodaje de una película que utilizara como personajes a los alter-ego maquillados de los cuatro músicos, y la grabación de cuatro discos -¡a publicar el mismo día!- que dieran su propio espacio a cada miembro de KISS por separado.
Y, cómo no, KISS se embarcó en todo.

No es éste sitio para hablar mucho de la película (y la verdad es que tampoco sería muy reseñable, ya que hasta los propios miembros de KISS manifestaron haberse arrepentido de grabarla, dando esto lugar a la ruptura con Aucoin), pero lo de los discos fue otra cosa.
En aquel momento, las tensiones en el seno del grupo amenazaban ya con finiquitar su trayectoria, y que cada miembro trabajara en un disco por separado (aunque aparecieran bajo la marca “KISS”) podía ser una manera de regenerarse, coger aire y rebajar tensiones... o bien de competir entre todos y ensayar una posible ruptura con carreras separadas. Y por eso cada uno se lo tomó a su manera.

Para Ace Frehley y Peter Criss, los miembros “descontentos” con el papel secundario al que Paul Stanley y Gene Simmons los relegaban disco a disco, era toda una reválida. Una demostración de lo que podrían hacer si les dejaran aportar más, o incluso un escaparate para lucir influencias a las que los líderes del grupo no daban sitio en KISS. Frehley apostó por un sonido con mayor peso de las guitarras, más cercano al heavy rock que ya despuntaba popularmente en esos años, y Criss dio salida a su influencia R&B y del rock & roll de los años 50s y 60s.
Pero para Simmons y Stanley esto debía ser algo diferente: quizá otra manera más de lucirse, quizá algo que tomarse menos en serio... o incluso algo poco oportuno.

El disco de Simmons parece decir que “el demonio” (haciendo uso de esa megalomanía que tanto ha querido lucir en su carrera) vio en esto otra manera de dar brillo a sus excentricidades, y aunque quizá prestó menos atención a la composición de un disco de gran empaque o una dirección clara, se rodeó de todo tipo de colaboraciones famosas y recursos efectistas, y dejó varios momentos a tener en cuenta.
Y Stanley... Stanley se apuntó otro gran disco de KISS. 


Si quiso o no dejar claro que el que dirigía musicalmente al grupo era él es algo que cada uno puede valorar, pero sí que parece claro que para este álbum se estaba guardando algunos temas soberbios, y que además lo adornó con un cuidado y una producción que son difíciles de ver en los discos de la banda al completo.

Que de los cuatro, además, es el disco más puramente KISS, es poco discutible.

Nueve temas originales (los demás tres miembros incluyeron alguna versión) firmados por el propio Stanley, con una mezcla de temas rockeros de melodías power-pop súper pegadizas (con especial atención en este punto a “Wouldn't You Like to Know Me?” y “It’s Alright”, que podrían haber sido grandes hits en cualquier disco KISS –como grupo- de la época, y posiblemente serían habituales de recopilatorios y directos de haberlo sido), medios tiempos hardrockeros más tipicos de KISS, aunque quizá en una versión algo “más cuidada” (“Tonight You Belong to Me” o "Love in Chains", por ejemplo) y temas especialmente melódicos y baladas, destacando especialmente la power-ballad “Take Me Away (Together as One)”, aunque el único single fuera la más radiable y “popera” “Hold Me, Touch Me (Think of Me When We're Apart)”.


A la postre, la maniobra de los 4 discos no tuvo la gran repercusión esperada, y (quizá porque el público no se los tomó como discos “serios” o “reales” de KISS) en principio pareció que entre los cuatro no llegarían a los niveles de ventas que había tenido el último disco conjunto. Además, aunque finalmente todos fueron certificados como platino, con el tiempo han quedado olvidados popularmente dentro de la discografía de KISS.
A diferencia también de sus discos anteriores, sólo tuvieron un single de éxito (para la escala KISS) en el “New York Groove” de Ace Frehley, lo que hace pasar su disco por el de mayor reconocimiento de los “Solo Albums”.
Y claro, todo eso debió convencerlos para volver al redil y grabar inminentemente otro disco como formación. Pero el rumbo de los acontecimientos ya había cambiado, y a pesar de las mayores ventas a las que el super-single “I Was Made For Loving You” llevó a “Dynasty” (un disco que, significativamente, se promocionó como “el regreso de KISS”), este disco recibió peores críticas que los anteriores y no consiguió evitar la sensación de que los días de gloria de KISS empezaban a ir cuesta abajo.

Porque si bien el valorar musicalmente sus cuatro discos en solitario deja la sensación de que, de haber construido un solo disco con lo mejor de ese material, ése podría haber sido uno de los más grandes trabajos de su carrera; al hacer lo mismo con su disco del ’79 éste no parece situarse claramente por encima de ninguno de los cuatro por separado... y quizá sí por debajo, por lo menos, de los de Frehley y Stanley.
Puede que eso hable de “las ganas” con la que los 4 músicos se reencontraron, o de la situación en la que se encontraban ya en los últimos momentos de Peter Criss en la banda (en esa primera época) y en el preludio de la “larga” despedida de Ace. En definitiva, estaban en el primero de aquellos años de transición hacia su regeneración “ochentera” y desmaquillada.

Sea como sea, la extraña idea de los 4 discos nos dejó un buen puñado de canciones memorables, e incluso este disco de Paul Stanley que, si no por fama, sí por música queda muy arriba dentro de la larga discografía de KISS.

Para acabar, un juego para el que conozca los 4 trabajos. ¿No hubiera sido un disco excelente...  por ejemplo algo así?

1.Radioactive (Simmons)
2.Wouldn't You Like to Know Me? (Stanley)
3.I'm In Need of Love (Frehley)
4.Easy Thing (Criss)
5.It's Alright (Stanley)
6.What's On Your Mind?(Frehley)
7.Hooked on Rock 'n' Roll (Criss)
8.Tonight You Belong to Me (Stanley)
9.Rip It Out (Frehley)
10.Mr. Make Believe (Simmons)

jueves, 14 de febrero de 2013

1988 - Pantera - Power Metal

Hay muchos discos de bandas conocidas que son repudiados por la misma crítica que ensalza sus otros trabajos; hay discos que son incluso rechazados por los fans más acérrimos de esos famosos grupos, y por último hay discos que son apartados hasta por sus autores. En el caso que nos ocupa, esta última premisa (algo así como el colmo de la “maldición” para un álbum) se cumple hasta el punto de eliminarlos de la discografía oficial que aparece en su página oficial y de no utilizar nunca más un tema suyo en un directo.

Pantera son conocidos (súper-conocidos) por haber sido uno de los más grandes grupos de metal de los 90s, por su sonido rudo, innovador y poderoso, y por todas esas cosas que ahora no nos interesan... porque son posteriores a la época de la que hablo.
Antes de todo eso, Pantera habían sido un poco popular grupo de hard/heavy rock, como tantos, empapado del sonido de los 80s.
He conocido fans del grupo que incluso pensaban que “Cowboys from Hell” (1990) era su primer disco, y a otros que –conociendo su pasado- sencillamente lo dejaban de lado achacándolo a unos perdonables pecados “de juventud”. En algunos casos, sin molestarse en escuchar esta época y dando por buenas las habladurías sobre “la bochornosa era glam” del grupo.




Y bien, no es que vaya a reivindicar los tres primeros discos de Pantera como trabajos destacables dentro de su estilo, pero sí merece la pena romper una lanza a favor del cuarto, de nombre “Power Metal”. Básicamente, porque a pesar de no tener esa personalidad innovadora que los hizo famosos, es un soberbio discazo. En otro estilo (en clara evolución), pero un discazo.

Con “Power Metal” había empezado el cambio para Pantera. A falta de éxito dentro del hard rock mediático, el grupo quería acercarse a la escena “power” y thrash americana que a finales de los 80s estaba llamando tanto la atención (y que entonces quizá podría ir dentro del mismo cajón, aunque ahora ya tengamos tan definidas las etiquetas), y en busca de la actualización de su sonido había reemplazado al vocalista de los tres primeros discos por un tipo, Phil Anselmo, que tenía cuchillas en la garganta.
Estaba lejos del estilo grave y “redneck” que todo el mundo le conoce, pero por esos años ya demostraba enormes cualidades cantando de una manera muy cercana al Halford más agudo y chillón.



Su gran actuación, una producción más pesada y las intenciones de ir en una dirección más potente (quizás sin tener muy claro el destino, en vista de la variedad en los temas) hicieron que el salto fuera considerable respecto a sus trabajos anteriores.
En “Power Metal” hay heavy metal tradicional a lo Judas Priest o Riot, quedan retazos de un hard/heavy rock más comercial (en el buen sentido) que con el nuevo sonido puede compararse a unos Keel (cuyo guitarrista incluso les cedió una canción) e incluso hay thrash en una senda cercana a los Antrax de la época. Y a pesar de la amalgama suena coherente y ofrece disfrute en todas sus vertientes, desde la radiable “We'll Meet Again” hasta la irresistiblemente veloz “Power Metal”, o desde el carácter tradicionalmente heavy del arranque con “Rock The World” hasta la “trashera” parte final del álbum.




Por lo que pasó luego podemos entender que con su siguiente disco realmente encontraron el estilo que querían, y que lo de “Power Metal” (y lo anterior) fue “sólo” el camino de búsqueda.  Posiblemente, además, un camino ovidado.
Porque si muchos de los que disfrutan de su etapa más “dura” no aprecian tanto esta otra, y muchos de los que apreciarían este heavy metal más clásico no se acercan por asociar el nombre del grupo a un estilo diferente, ¿qué queda para “Power Metal”?
Pue eso. Desaparecer de su repertorio, de su discografía oficial... y ser reivindicado de vez en cuanto en situaciones como ésta.




jueves, 17 de enero de 2013

1989 - Pretty Boy Floyd - Leather Boyz With Electric Toyz



Vaya por delante que esta vez no se puede decir objetivamente que esté hablando de un “gran disco”. Tampoco es que crea que Pretty Boy Floyd tuvieran intención de hacer un gran trabajo musical, todo hay que decirlo. Ni que quisieran crear “algo nuevo”, porque incluso dentro de una escena de por sí poco original, en ellos eran “más que evidentes” las influencias de Mötley Crüe o Poison. No se puede decir que tuvieran un enorme talento, ni siquiera que tuvieran alguna de esas figuras habituales de los grupos ochenteros de éxito, como un guitarrista especialmente virtuoso o un cantante con unas cualidades vocales muy reconocibles.
Estos tipos, eso sí está claro, se quisieron apuntar a la moda del sleazy y el hard rock macarra de finales de los 80s, y su gran baza para asaltar la fama fue “la pose”.

No parece una buena carta de presentación, pero era necesaria la aclaración porque a partir de esto se les pueden empezar a descubrir las virtudes.  Y es que algo especial debieron tener para que éste fuera un álbum de cierta repercusión (o al menos que contuvo singles de cierta repercusión) y que, con un cuarto de siglo a sus espaldas, siga teniendo ese halo de “disco de culto” que le hace ser recomendado aquí y allá entre los más aficionados a aquel estilo.

Por empezar presentándolos de alguna manera, diré que Pretty Boy Floyd fueron cuatro tipos de Hollywood más maquillados que los Poison y disfrazados del prototipo de “chica explosiva” de los clips de la época, con una buscada estética andrógina, mucha connotación sexual y por bandera un cantante al que llamaban Steve “Sex” Summers, que en lo vocal parecía imitar a Vince Neil, pero que en lo físico era difícil de distinguir como hombre o mujer.
Su potente maquinaria “de imagen” llegaba a impregnar un disco de debut, el que presento, con título ambiguo a juego con el propio nombre del grupo (“Chicos de cuero con juguetes eléctricos”), que evidenciaba que buscaban la polémica elevando el carácter gamberro habitual de este tipo de bandas hasta la apuesta más alta.



Lo “especial” de todo esto (por fin) es que toda la parafernalia consiguió empapar el disco de un “rollo” ultra-fiestero, inmaduro, quizá algo “cutre” y pasado de vueltas, pero que en definitiva sumaba para formar un ambiente de mucho gancho y divertimento, que hoy día se puede identificar mucho con aquella época y escena.

Para entendernos, éste es un disco del que puedes pensar que no es gran cosa, pero que sigues teniendo ganas de pinchar... mientras sigas teniendo ganas de fiesta. De esos que te daría cierta vergüenza proclamar como una referencia, pero que siempre recuerdas con una sonrisa. Probad a escucharlo -si es que no lo conocéis ya- y, después de las sensaciones iniciales o de los juicios más racionales -que seguramente irán por otro lado-, decidme si “Your Momma Won’t Know” o “Rock and Roll (Is Gonna Set The Night On Fire)” no se han quedado rondando vuestras cabezas.
¿Sí? Pues eso: gancho, fiesta gamberra (aunque desde la óptica actual parezca hasta inocente), y una manera divertida de recordar “aquella parte” del final de los 80s.
Eso sí, para ellos -más que para nadie- fue una lástima que toda aquella escena no durara mucho más. Porque cuando alguien se esfuerza tanto en identificarse con algo, creando una “imagen prototípica”, está condenado a desaparecer en cuanto cambia “el dibujo”.
Pretty Boy Floyd (su primera “encarnación”) llegó cuando aquella etapa daba sus últimos coletazos y no les dio tiempo para mucho más que este debut. Quizá esto también sea parte del encanto del disco, pero en fin: Que tengan más suerte de cara a sus actuales proyectos.