Decir que con “El Espíritu del Vino” el rock español por fin alcanzó esa gran cumbre que años atrás había podido suponer “Physical Graffiti” para el británico e internacional puede parecer exagerado, pero lo cierto es que difícilmente se puede encontrar antes (o después) algo que pueda identificarse mejor con esa apuesta, en el ámbito nacional, en términos de repercusión popular, ambición y grandilocuencia del trabajo, complejidad, creatividad, variedad, extensión y hasta influencias.
En este último capítulo, la explicación es tan sencilla como paralela –salvando tiempo, lugar- a la obra maestra del ‘75: con “El Espíritu del Vino” los Héroes del Silencio se asentaban en su faceta más rockera, confirmaban su arraigada herencia clásica (más en el rock de los 70’s y 60’s que en ese rock “gótico” de los 80’s por el que empezaron) y a la vez se abrían a todo tipo de sonidos (sí, también incluyendo los puntuales matices orientales) conformando un estilo tan personal como reconocible.
Pero más allá de paralelismos, aceptables por lo que supusieron cada uno en su terreno uno y otro disco, pero poco transportables al sonido de los dos grupos y sin más importancia que la de la mera anécdota, es un hecho que el tercer largo de la banda aragonesa subió un peldaño en la definición de su identidad añadiendo una infinita riqueza a su música y explotando al máximo el papel de dos puntos clave: la guitarra de Juan Valdivia y la interpretación vocal de Enrique Bunbury.
A éste (aunque hay quien se lo otorgue más concretamente a lo que consumía) hay que achacarle también el inmenso e “inspirado” trabajo con las letras, que acababan de conformar la personalidad única de los Héroes en la lisergia, la mística o la épica de lo más mundano. Con algo así, que dejó tantas bocas abiertas entre sus seguidores como tapó las de los que creían que los éxitos del anterior “Senderos de Traición” eran cosa de un día, habría que añadir que por más que fuera una lástima que se truncara la carrera de los zaragozanos, hay que agradecerle a Bunbury que, aunque por otros derroteros, haya seguido cultivando en su posterior carrera este tipo de poesía y riqueza sonora.
Y es que, más que lamentar el difícil mercado que tiene la música –especialmente el rock- en castellano internacionalmente (algo que, seguro, ha impedido que se coloque fuera de las zonas de habla castellana a Héroes del Silencio entre los más grandes), podríamos vanagloriarnos de poder “empaparnos” en plenitud de condiciones en este “Espíritu del Vino”. Qué mejor manera de hacerlo que ponerlo a sonar y repasar el track list:
1. "Nuestros nombres" - 5:57
Single de presentación del disco, apareció por primera vez en mayo del ’93 confirmando el endurecimiento en el sonido del grupo. Una de la pistas de mayor peso guitarrero del álbum, fue lanzada en versión CD Single acompañada de otro corte del trabajo, “Flor de Loto” y la también novedosa versión “Apuesta por el Rock’N Roll”. Número 1 de los 40 principales ese mismo año, se convirtió de inmediato en un clásico de su repertorio.
2. "Tesoro" - 2:19
Contraste a base de quietud en la breve “Tesoro”, a la que la voz de Bunbury llena de magia.
3. "Los placeres de la pobreza" - 4:59
Y vuelta a lo más rockero (con notable influencia del heavy metal) en un corte dinámico y con gancho, adornado por una lírica que empieza a incidir en las diferencias entre culturas.
4. "La herida" - 6:54
Una de las más reconocidas joyas del álbum sigue la marcha en la forma de una balada que acaba por desbocarse en un frenético final. No es de extrañar que fuera escojida como segundo single del disco y llegara al número 1 en las listas de éxitos. Sin duda, uno de sus temas más conocidos.
5. "Sirena varada" - 4:15
Lo mismo se puede aplicar a “Sirena Varada”, que aunque no llegó –por poco- al 1, se ha acabado convirtiendo en todo un símbolo de los Héroes. Suave pero atractivo y dinámico, a su relevancia hay que añadir otro dato: para su promoción se grabó un videoclip que sirvió de presentación al nuevo guitarrista de apoyo de la banda, el mexicano Alan Boguslavsky, que acabó siendo miembro de pleno derecho del grupo.
6. "La apariencia no es sincera" - 7:03
El corte más extenso del disco, a medio tiempo.
7. "Z" - 0:51
Y la primera instrumental (a guitarra de gusto folk) del trabajo, a modo de entrada de “Culpable”.
8. "Culpable" - 6:04
Y enlazando, otro medio de atractivas melodías que lleva hasta la mitad del trabajo.
9. "El camino del exceso" - 5:36
Para empezar la segunda parte, un significativo y eléctrico “camino del exceso”. Las drogas y los excesos de lleno en la temática de los Héroes.
10. "Flor de loto" - 6:15
Lo dicho para la anterior es poco. Influencia oriental (no sólo por los instrumentos tradicionales de la entrada) y rock duro enlazados en lo más lascivo y lisérgico.
11. "El refugio interior" - 1:34
Tras una de las partes más creativas y experimentales del disco, la segunda instrumental lleva de manera contundente...
12. "Sangre hirviendo" - 5:12
...al tema más puramente heavy del trabajo. Por si faltaba algo. Y ahí no queda la cosa.
13. "Tumbas de sal" - 4:33
El ritmo vacilón y casi bailable de “Tumbas de Sal” vuelve a poner la diferencia. Gusto rocknrollero de lo más añejo que contrasta con un aura oscura y la letra que vuelve a remitir (y es casi una constante en el álbum, no en vano el disco vino precedido de un viaje de Bunbury por la India y Nepal) a otras culturas: tan extraña mezcla y tan buen resultado.
14. "Bendecida II" - 0:36
Tercera y última intro, demostrando un cuidado máximo en los detalles.
15. "Bendecida" - 5:59
E impresionante tema a medio tiempo de bella melodía para recordar. Y es que Bunbury sigue grabado a fuego en centenares de cabezas cantando que “...en las aguas de la certeza, nos hicimos la promesa...”. De lo más melancólico del disco.
16. "La alacena" - 3:40
Para cerrar, conservando el gusto melódico pero en un modo mucho más quieto y desnudo, “La alacena” pone el mágico punto y final.
viernes, 27 de marzo de 2009
sábado, 21 de marzo de 2009
2005 - Hardcore Superstar - Hardcore Superstar
Puede que lo del actual revival hardrockero sueco en algunos años se quedara en eso, en un mero acto de nostalgia, si no fuera porque algunos se han encargado, además de recuperar aquel espíritu macarra y divertido de los últimos 80s, de mirar también hacia adelante aportando nuevos matices.
Para Hardcore Superstar, la novedad viene de cierta influencia del metal más pesado y de un aire “joven” que inunda actitud y melodías. Sí, lo del “aire joven” podría parecer parte de los mismo si pensamos que precisamente aquel sleazy hard rock de los 80s era la bandera y máxima expresión de la actitud descarada de los jóvenes rockeros del momento (para serios, duros o maduros siempre ha habido otras cosas dentro del mundillo), pero a estas alturas está más que claro que ese sonido estaba muy ligado a “ese” momento y que la generación a la que voló la cabeza entonces ya cuenta con otras dos décadas de más entre pecho y espalda.
Claro, calcar las formas de unos Mötley Crüe o unos Guns ‘N Roses para hacer hard rock hoy día puede ser atractivo para todos los que disfrutamos de esos grupos, pero si se pretende apostar por aquel “espíritu” gamberro y casi adolescente por otro camino que por el de esa nostalgia puede que, más que calcarlo, “lo suyo” fuera dar al público joven una forma de rock duro (sí, igualmente divertido, desenfadado y con patrones similares) más inmediata y acorde a los que quizá ni habían nacido cuando, por ejemplo, “Girls, Girls, Girls” sentaba su cachonda cátedra en el género.
Sea cierto o no, así lo debieron entender Hardcore Superstar al no conformarse con la imitación (anque se pueda hacer de manera excelente e igualmente digna), y -por lo visto hasta ahora- les ha ido especialmente bien para establecerse como una de las pocas bandas de la oleada sueca con una carrera sólida, que pase de unos pocos años o un brillante disco debut.
Gracias a esto los hemos podido ver variando su propuesta disco a disco, y en el camino conseguir espléndidos resultados, por ejemplo, con un cuarto trabajo, disco homónimo, que, por otro lado (y vale, en esa versión potente y actual), explota entre otras cosas algunas de las señas del sleazy de siempre: los ritmos marcados y fiesteros y los riffs “vacilones” en la tradición Aerosmith/Mötley Crüe.
Se los mire por donde se los mire, por cosas como este álbum es por lo que se les ve todavía con mucha fiesta por delante.
Para Hardcore Superstar, la novedad viene de cierta influencia del metal más pesado y de un aire “joven” que inunda actitud y melodías. Sí, lo del “aire joven” podría parecer parte de los mismo si pensamos que precisamente aquel sleazy hard rock de los 80s era la bandera y máxima expresión de la actitud descarada de los jóvenes rockeros del momento (para serios, duros o maduros siempre ha habido otras cosas dentro del mundillo), pero a estas alturas está más que claro que ese sonido estaba muy ligado a “ese” momento y que la generación a la que voló la cabeza entonces ya cuenta con otras dos décadas de más entre pecho y espalda.
Claro, calcar las formas de unos Mötley Crüe o unos Guns ‘N Roses para hacer hard rock hoy día puede ser atractivo para todos los que disfrutamos de esos grupos, pero si se pretende apostar por aquel “espíritu” gamberro y casi adolescente por otro camino que por el de esa nostalgia puede que, más que calcarlo, “lo suyo” fuera dar al público joven una forma de rock duro (sí, igualmente divertido, desenfadado y con patrones similares) más inmediata y acorde a los que quizá ni habían nacido cuando, por ejemplo, “Girls, Girls, Girls” sentaba su cachonda cátedra en el género.
Sea cierto o no, así lo debieron entender Hardcore Superstar al no conformarse con la imitación (anque se pueda hacer de manera excelente e igualmente digna), y -por lo visto hasta ahora- les ha ido especialmente bien para establecerse como una de las pocas bandas de la oleada sueca con una carrera sólida, que pase de unos pocos años o un brillante disco debut.
Gracias a esto los hemos podido ver variando su propuesta disco a disco, y en el camino conseguir espléndidos resultados, por ejemplo, con un cuarto trabajo, disco homónimo, que, por otro lado (y vale, en esa versión potente y actual), explota entre otras cosas algunas de las señas del sleazy de siempre: los ritmos marcados y fiesteros y los riffs “vacilones” en la tradición Aerosmith/Mötley Crüe.
Se los mire por donde se los mire, por cosas como este álbum es por lo que se les ve todavía con mucha fiesta por delante.
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Hardcore Superstar
domingo, 15 de marzo de 2009
2009 - Hibria - The Skull Collectors
Aunque han pasado tres meses desde que el sello Spiritual Beast lanzara “The Skull Collectors” en Japón (en Diciembre del 2008 los nipones ya tuvieron la suerte de poder escuchar lo nuevo de Hibria), en el resto del mundo hemos tenido que esperar hasta Marzo del 2009 para recibir el estreno vía Remedy Records. Y aunque hoy día Internet elimine el factor sorpresa, se puede decir que ha merecido, y mucho, la pena. Tanto la espera como, claro, el que una disquera se haya dignado a publicar internacionalmente el que puede ser uno de los bombazos heavys del año (2009 –por lanzamiento internacional- o 2008 –por estreno-, como lo queramos considerar).
No deben andar muy bien las finanzas en este terreno, tampoco, para que haya tantos miramientos a la hora de decidirse a apostar por un grupo semi-nuevo, más sabiendo que su primer LP, “Defying The Rules” (2004), sin contar con publicidad ni gran distribución, ya obtuvo muy buenas críticas de la prensa más especializada.
Podemos apostar a que con “The Skull Collectors” pasará algo parecido. El buen hacer del grupo con voz –ese Iuri Sanson puede codearse con R. Scheepers o T. Owens sin quedar malparado- e instrumentos –tanto, que hay quien quiere ver un punto progresivo en su música-, así como para escribir temas con arrolladora fuerza en ese estilo melódico inspirado en “Painkiller” de los Primal Fear del “Nuclear Fire” o de unos Cage así lo asegura. Que la cosa pase de las buenas críticas para convertirse en un éxito popular es algo ya más arriesgado que sólo podrá decir el tiempo.
Por lo menos, esto nos asegura un tiempo más para una prometedora banda brasileña que había estado a punto de desaparecer antes de llegar a publicar este segundo disco. De momento, lo están aprovechando más que bien. Un single como éste es una buena muestra:
No deben andar muy bien las finanzas en este terreno, tampoco, para que haya tantos miramientos a la hora de decidirse a apostar por un grupo semi-nuevo, más sabiendo que su primer LP, “Defying The Rules” (2004), sin contar con publicidad ni gran distribución, ya obtuvo muy buenas críticas de la prensa más especializada.
Podemos apostar a que con “The Skull Collectors” pasará algo parecido. El buen hacer del grupo con voz –ese Iuri Sanson puede codearse con R. Scheepers o T. Owens sin quedar malparado- e instrumentos –tanto, que hay quien quiere ver un punto progresivo en su música-, así como para escribir temas con arrolladora fuerza en ese estilo melódico inspirado en “Painkiller” de los Primal Fear del “Nuclear Fire” o de unos Cage así lo asegura. Que la cosa pase de las buenas críticas para convertirse en un éxito popular es algo ya más arriesgado que sólo podrá decir el tiempo.
Por lo menos, esto nos asegura un tiempo más para una prometedora banda brasileña que había estado a punto de desaparecer antes de llegar a publicar este segundo disco. De momento, lo están aprovechando más que bien. Un single como éste es una buena muestra:
1967 - Cream - Disraeli Gears
Qué poco tiempo estuvieron en activo (comparando con otras reputadas bandas de su generación) y sin embargo qué grande es, de acuerdo a la crítica musical, la huella qué dejaron. Su manera de abordar el rock y el blues es hoy considerada influencia clave para el despegue del hard rock, así como sus músicos (un terceto que iniciaría toda una tradición de “power tríos” en el género) han sido reconocidos como maestros para la posterioridad.
Jack Bruce, Eric Clapton y Ginger Baker marcaron una época llevando la música del momento a un terreno donde los riffs tenían mayor peso, las estructuras podían ser más desordenadas y creativas y la batería más contundente.
The Doors, los Who o los Stones hicieron carrera también explorando este terreno, pero así como estas otras formaciones son siempre citadas por sus grandes carreras, Cream –puede que por su fugacidad o, seguro, por ser pioneros en estos terrenos- lo son por su decisiva influencia en los primeros pasos de bandas como Led Zeppelin o Black Sabbath o, lo que es lo mismo, en el nacimiento del hard y heavy rock.
¿Alguien que haya escuchado “Sunshine Of Your Love” puede negar la mano de Cream en los mastodónticos riffs de Iommi para Black Sabbath? ¿No es casi evidente la influencia del batería Ginger Baker en el estilo de J. Bonham, pieza clave del sonido de Led Zeppelin?
Si las respuestas no están claras, quizá valdría la pena repasar “Disraeli Gears”, el segundo LP de Cream, y ver de paso por qué logró alcanzar el Top 5 de las listas, tanto británicas como americanas, en 1967. No podía ser de otra manera: psicodelia rockera de UK y blues americano son buenos ingredientes para la "crema".
Veamos “la receta” con el listado de temas del disco:
Cara A
1. "Strange Brew" (Eric Clapton, Felix Pappalardi, Gail Collins Pappalardi) – 2:46
2. "Sunshine of Your Love" (Clapton, Jack Bruce, Pete Brown) – 4:10
3. "World of Pain" (Pappalardi, Collins) – 3:03
4. "Dance the Night Away" (Bruce, Brown) – 3:34
5. "Blue Condition" (Ginger Baker) – 3:29
Cara B
6. "Tales of Brave Ulysses" (Clapton, Martin Sharp) – 2:46
7. "SWLABR" (Bruce, Brown) – 2:32
8. "We're Going Wrong" (Bruce) – 3:26
9. "Outside Woman Blues" (Blind Joe Reynolds, arr. Clapton) – 2:24
10. "Take It Back" (Bruce, Brown) – 3:05
11. "Mother's Lament" (Traditional, arr. Clapton, Bruce, Baker) – 1:47
Jack Bruce, Eric Clapton y Ginger Baker marcaron una época llevando la música del momento a un terreno donde los riffs tenían mayor peso, las estructuras podían ser más desordenadas y creativas y la batería más contundente.
The Doors, los Who o los Stones hicieron carrera también explorando este terreno, pero así como estas otras formaciones son siempre citadas por sus grandes carreras, Cream –puede que por su fugacidad o, seguro, por ser pioneros en estos terrenos- lo son por su decisiva influencia en los primeros pasos de bandas como Led Zeppelin o Black Sabbath o, lo que es lo mismo, en el nacimiento del hard y heavy rock.
¿Alguien que haya escuchado “Sunshine Of Your Love” puede negar la mano de Cream en los mastodónticos riffs de Iommi para Black Sabbath? ¿No es casi evidente la influencia del batería Ginger Baker en el estilo de J. Bonham, pieza clave del sonido de Led Zeppelin?
Si las respuestas no están claras, quizá valdría la pena repasar “Disraeli Gears”, el segundo LP de Cream, y ver de paso por qué logró alcanzar el Top 5 de las listas, tanto británicas como americanas, en 1967. No podía ser de otra manera: psicodelia rockera de UK y blues americano son buenos ingredientes para la "crema".
Veamos “la receta” con el listado de temas del disco:
Cara A
1. "Strange Brew" (Eric Clapton, Felix Pappalardi, Gail Collins Pappalardi) – 2:46
2. "Sunshine of Your Love" (Clapton, Jack Bruce, Pete Brown) – 4:10
3. "World of Pain" (Pappalardi, Collins) – 3:03
4. "Dance the Night Away" (Bruce, Brown) – 3:34
5. "Blue Condition" (Ginger Baker) – 3:29
Cara B
6. "Tales of Brave Ulysses" (Clapton, Martin Sharp) – 2:46
7. "SWLABR" (Bruce, Brown) – 2:32
8. "We're Going Wrong" (Bruce) – 3:26
9. "Outside Woman Blues" (Blind Joe Reynolds, arr. Clapton) – 2:24
10. "Take It Back" (Bruce, Brown) – 3:05
11. "Mother's Lament" (Traditional, arr. Clapton, Bruce, Baker) – 1:47
sábado, 7 de marzo de 2009
2002 - Bunbury - Flamingos
Empezar una carrera en solitario tras haber puesto punto y final a algo que funcionaba tan bien como Héroes del Silencio no podía ser fácil. Aseguraba a una legión de seguidores y a la totalidad de la crítica mirando sus pasos con lupa, pero esa expectación –y más si la nueva propuesta musical se distanciaba de la del grupo, como es el caso- podía conducir hacia la comparación y fácilmente hacia la desaprobación.
Lo que no se le puede negar a Enrique Bunbury es el valor que tuvo para afrontar este nuevo reto como corresponde a un personaje de su creatividad: sin ningún tipo de complejos. Lejos de intentar asegurar el éxito con algo continuista, abrió el espectro de influencias a todo tipo de sonoridades, desde el tango a la música oriental, y no se puede negar que, al menos tras la controvertida acogida de sus primeros trabajos, consiguió moldearlas en poco tiempo en un sonido personal (ese “rock bastardo” que él mismo ha dado en llamar) que puso de acuerdo a todos en el halago a base de mucha imaginación y trabajo. Porque si hay algo que caracterice a “Flamingos” -su tercer disco de estudio- a parte de la exuberante complejidad, es el trabajo. Lo demuestran los hasta nueve meses de faena en Avinyonet de Puigventós y las más de 150 pistas de sonido para instrumentos e infinitos arreglos (de cuerda, de viento, teclados...) de la banda y múltiples colaboradores.
Pero la apuesta consiguió dar sus frutos. Por un lado, la riqueza que respira “Flamingos” de principio a fin y, por otro, el inmediato éxito en España, México o Argentina, sus principales fueros. En total, más de 300.000 discos vendidos y una gira a reventar en cada recinto que duró año y medio con más de 150 fechas. Aceptando el tema pugilístico que propone la portada, a propósito de su fe para levantarse y luchar tras los muchos palos de su vida profesional y personal (recordemos que este disco está marcado por su ruptura matrimonial), pelea ganada. Y por K.O.
Lo que no se le puede negar a Enrique Bunbury es el valor que tuvo para afrontar este nuevo reto como corresponde a un personaje de su creatividad: sin ningún tipo de complejos. Lejos de intentar asegurar el éxito con algo continuista, abrió el espectro de influencias a todo tipo de sonoridades, desde el tango a la música oriental, y no se puede negar que, al menos tras la controvertida acogida de sus primeros trabajos, consiguió moldearlas en poco tiempo en un sonido personal (ese “rock bastardo” que él mismo ha dado en llamar) que puso de acuerdo a todos en el halago a base de mucha imaginación y trabajo. Porque si hay algo que caracterice a “Flamingos” -su tercer disco de estudio- a parte de la exuberante complejidad, es el trabajo. Lo demuestran los hasta nueve meses de faena en Avinyonet de Puigventós y las más de 150 pistas de sonido para instrumentos e infinitos arreglos (de cuerda, de viento, teclados...) de la banda y múltiples colaboradores.
Pero la apuesta consiguió dar sus frutos. Por un lado, la riqueza que respira “Flamingos” de principio a fin y, por otro, el inmediato éxito en España, México o Argentina, sus principales fueros. En total, más de 300.000 discos vendidos y una gira a reventar en cada recinto que duró año y medio con más de 150 fechas. Aceptando el tema pugilístico que propone la portada, a propósito de su fe para levantarse y luchar tras los muchos palos de su vida profesional y personal (recordemos que este disco está marcado por su ruptura matrimonial), pelea ganada. Y por K.O.
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Bunbury
1965 - Otis Redding - Otis Blue: Otis Redding Sings Soul
Sí, mencionar a Otis Redding es hablar de una de las mayores leyendas del soul. Pero antes de seguir, cabría recordar que aunque este título ahora pueda parecer lejano del mundo rockero que suele ocupar este blog, en los ya lejanos 60’s las fronteras del soul, el blues y el rock se fundían con frecuencia en un sonido único que ha pasado a la historia ligado a su época. “Otis Blue”, el tercer disco de estudio de Otis Redding, es –como ejemplo perfecto de esto- perfectamente emparentable con lo que en esos años pudieran estar haciendo bandas de rythm n blues como Them, los Animals o los mismísimos Rolling Stones, a la vez que más cargado del sentimiento sureño y profundo del blues y soul negro tan propio de la ciudad donde fue grabado, Memphis.
Anécdota célebre y prueba de estas relaciones de “parentesco” fue la grabación de “(I Can’t Get No) Satisfaction”, que apareció en este disco como versión del famoso single de The Rolling Stones sólo dos meses después de que se publicara aquel, sustituyendo el conocido riff de la “stoniana” por unos opulentos arreglos de viento que, parece ser, eran los que inicialmente el Stone K. Richards quería para su canción, a su vez inspirada en lo más movido del sonido soul contemporáneo de Martha And The Vandellas o del mismo Otis Redding.
Junto a esta versión, en “Otis Blue” aparecían también “covers” del idolatrado cantante de soul, rhythm n blues y gospel Sam Cooke (fallecido en 1964 y que comparte con Redding el sobrenombre de Rey del Soul), del bluesman B.B. King y del hit Motown “My Girl”. El resto, de autoría propia (co-autoría en algunos casos), engarzaba a la perfección un conjunto que es considerado hoy día obra maestra tanto de su carrera como de la música popular en general. “Otis Blue” supuso el inicio de su estado de gracia y de un reinado mediático que, aunque 1967 torció llevándose la vida de Otis Redding en accidente de avioneta, sigue permaneciendo inmortal.
Mencionemos, con este genial track list más que recomendable para cualquier seguidor de la música de los 60's (rock, por supuesto, incluído), once buenas razones para ello:
1. "Ole Man Trouble" (Redding) – 2:55
2. "Respect" (Redding) – 2:05
3. "A Change Is Gonna Come" (Sam Cooke) – 4:17
4. "Down in the Valley" (Bert Berns, Solomon Burke, Babe Chivian, Joe Martin) – 3:02
5. "I've Been Loving You Too Long" (Redding, Jerry Butler) – 3:10
6. "Shake" (Cooke) – 2:35
7. "My Girl" (Smokey Robinson, Ronald White) – 2:52
8. "Wonderful World" (Cooke, Lou Adler, Herb Alpert) – 3:00
9. "Rock Me Baby" (B. B. King) – 3:20
10. "Satisfaction" (Mick Jagger, Keith Richards) – 2:45
11. "You Don't Miss Your Water" (William Bell) – 2:53
Anécdota célebre y prueba de estas relaciones de “parentesco” fue la grabación de “(I Can’t Get No) Satisfaction”, que apareció en este disco como versión del famoso single de The Rolling Stones sólo dos meses después de que se publicara aquel, sustituyendo el conocido riff de la “stoniana” por unos opulentos arreglos de viento que, parece ser, eran los que inicialmente el Stone K. Richards quería para su canción, a su vez inspirada en lo más movido del sonido soul contemporáneo de Martha And The Vandellas o del mismo Otis Redding.
Junto a esta versión, en “Otis Blue” aparecían también “covers” del idolatrado cantante de soul, rhythm n blues y gospel Sam Cooke (fallecido en 1964 y que comparte con Redding el sobrenombre de Rey del Soul), del bluesman B.B. King y del hit Motown “My Girl”. El resto, de autoría propia (co-autoría en algunos casos), engarzaba a la perfección un conjunto que es considerado hoy día obra maestra tanto de su carrera como de la música popular en general. “Otis Blue” supuso el inicio de su estado de gracia y de un reinado mediático que, aunque 1967 torció llevándose la vida de Otis Redding en accidente de avioneta, sigue permaneciendo inmortal.
Mencionemos, con este genial track list más que recomendable para cualquier seguidor de la música de los 60's (rock, por supuesto, incluído), once buenas razones para ello:
1. "Ole Man Trouble" (Redding) – 2:55
2. "Respect" (Redding) – 2:05
3. "A Change Is Gonna Come" (Sam Cooke) – 4:17
4. "Down in the Valley" (Bert Berns, Solomon Burke, Babe Chivian, Joe Martin) – 3:02
5. "I've Been Loving You Too Long" (Redding, Jerry Butler) – 3:10
6. "Shake" (Cooke) – 2:35
7. "My Girl" (Smokey Robinson, Ronald White) – 2:52
8. "Wonderful World" (Cooke, Lou Adler, Herb Alpert) – 3:00
9. "Rock Me Baby" (B. B. King) – 3:20
10. "Satisfaction" (Mick Jagger, Keith Richards) – 2:45
11. "You Don't Miss Your Water" (William Bell) – 2:53
viernes, 6 de marzo de 2009
2009 - Hot Leg - Red Light Fever
La de vueltas que pueden dar las cosas para acabar llegando de nuevo punto de partida. Hace unos cuantos años Justin Hawkins recibía elogios por doquier por su particular estilo vocal al frente de la nueva sensación del Hard Rock, The Darkness, y no se tardó en rumorear que podría lanzarse a una carrera en solitario, en terrenos todavía más radiables que lo encumbrara a lo más alto de la escala mediática. Sin embargo, The Darkness, que como grupo aseguraba ser fiel a las máximas rockeras, permaneció imperturbable para publicar un segundo disco. Éste refinaba hasta lo imposible el elogiado sonido del debut pero se estrelló en respuesta popular en comparación al primero y a las expectativas que se habían puesto. Entre esto, y la vida de excesos a la que sucumben muchos de los que acogen la fama a manos llenas y en poco tiempo, lo que habían parecido rumores se convierten en realidad y Justin abandona el barco, poniendo fin a una banda que parecía apuntar a lo más alto. El resto de miembros se embarcan en un nuevo proyecto de sonido más variado, Stone Gods, que no parece no poder, de momento, sacar la cabeza entre lo más popular y en éstas estábamos cuando reaparece el señor Hawkins, que parecía estar perdido entre la lujuria y para largo para el mundo del rock, presentando single (el que vemos a continuación) y encabezando una nueva formación que no sólo no tiene nada que ver con aquellos rumoreados “terrenos todavía más radiables” sino que parece, más que Stone Gods, la continuación natural de The Darkness.
La receta, para empezar, la misma: Hard Rock inmediato y alegre de riffs directos deudores de AC/DC o Thin Lizzy, y esas melodías más acentuadas con el gusto clásico del que ha escuchado mucho a Boston o a Queen. Y la voz, por supuesto, la misma e inconfundible que se hizo famosa con The Darkness.
Pero bien, puede que el disco no sea ni de tanto gancho tema a tema como aquel primer “Permission To Land” -que casi parecía un recopilatorio de singles- y, seguro, tampoco es el depurado, preciosista y sólido conjunto de “One Way Ticket To Hell”. Aún así, se queda en un punto del camino entre los dos que asegura el buen recibimiento de quien hubiera disfrutado con The Darkness.
Mención especial en este apartado merecen algunos cortes como “Coktails” -ese tema con aires de clásico del video superior- y “Wichever Way You Want To Give It”, que bien pasarían por buenos singles de aquellos celebrados discos. En el distinto capítulo de excentricidades, inevitable con un personaje como el que lidera Hot Leg, “Chickens” destaca abriendo el disco con algo extraño pero atractivo que bien pudiera inspirarse en el inicio extravagante de aquel lejano “Jazz” de Queen –recordemos aquella apertura con “Mustapha”-, para luego dejar paso a un track list de gusto, si esto es posible en cualquiera de los dos casos, más estándar.
En resumen, es una buena noticia tener de vuelta a gente como ésta, y lo será más si esta vez se queda un tiempo más largo. Por lo menos lo es para el que disfrute del Hard Rock, desde luego. Para quien echara de menos el falsete de Justin, una gozada a la que acudir corriendo.
La receta, para empezar, la misma: Hard Rock inmediato y alegre de riffs directos deudores de AC/DC o Thin Lizzy, y esas melodías más acentuadas con el gusto clásico del que ha escuchado mucho a Boston o a Queen. Y la voz, por supuesto, la misma e inconfundible que se hizo famosa con The Darkness.
Pero bien, puede que el disco no sea ni de tanto gancho tema a tema como aquel primer “Permission To Land” -que casi parecía un recopilatorio de singles- y, seguro, tampoco es el depurado, preciosista y sólido conjunto de “One Way Ticket To Hell”. Aún así, se queda en un punto del camino entre los dos que asegura el buen recibimiento de quien hubiera disfrutado con The Darkness.
Mención especial en este apartado merecen algunos cortes como “Coktails” -ese tema con aires de clásico del video superior- y “Wichever Way You Want To Give It”, que bien pasarían por buenos singles de aquellos celebrados discos. En el distinto capítulo de excentricidades, inevitable con un personaje como el que lidera Hot Leg, “Chickens” destaca abriendo el disco con algo extraño pero atractivo que bien pudiera inspirarse en el inicio extravagante de aquel lejano “Jazz” de Queen –recordemos aquella apertura con “Mustapha”-, para luego dejar paso a un track list de gusto, si esto es posible en cualquiera de los dos casos, más estándar.
En resumen, es una buena noticia tener de vuelta a gente como ésta, y lo será más si esta vez se queda un tiempo más largo. Por lo menos lo es para el que disfrute del Hard Rock, desde luego. Para quien echara de menos el falsete de Justin, una gozada a la que acudir corriendo.
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