La escisión de Topo del seno de Asfalto en 1978 había dejado
tocado a uno de los grupos pioneros del rock duro y el rock urbano en España
cuando parecía en pleno despegue. Esa salida y el consecuente establecimiento de
Topo como, posiblemente, el primer grupo puramente de rock urbano estatal había
hecho que la banda se volcara hacia otro de los estilos con los que coqueteaba
desde sus inicios a mediados de los 70s: el rock progresivo.
Sin embargo, dos discos más tarde y entrados los 80s se
habían hecho evidentes el declive de este género y la necesidad de otra
reinvención. Pero tras probar suerte en 1981 con un enfoque más comercial que
podría haberlos metido en la liga de otros grupos rockeros cercanos a “La
Movida”, el escaso éxito de público parecía querer enterrarlos definitivamente.
La reacción del grupo fue contundente: abrir su propia
disquera, “Snif”; fichar a Miguel Oñate como cantante para que relevara en
buena parte de las voces al también guitarra Julio Castejón y centrarse en esa
otra de sus raíces que sí parecía acogerles con agrado: el rock duro.
Mientras que el panorama progresivo español casi había
desaparecido y el pop-rock los ignoraba, miembros de Leño o Barón Rojo
reconocían a Asfalto como el grupo que les había abierto camino.
Todavía con aislados ecos progresivos que se pueden
encontrar, especialmente, en algunos arreglos de teclado, “Más que una
intención” llegaba en 1983 como una apuesta fuerte, lanzándose incluso en un
formato, el video-LP, que no tenía precedente en España.
Inauguraba así la segunda gran etapa del grupo, la del rock
duro de los 80s, en la que –sin ser una banda que se pudiera llamar
completamente “heavy”- se codearía con las grandes bandas del heavy rock
español de la época. De hecho, varios de los temas de este disco se harían
populares entre la generación de Barón y Obús y habituales de aquellos
recopilatorios que nos presentaban a “los grandes del heavy español”.
Sin ser un trabajo completamente redondo fue un disco
decisivo en su carrera y un clásico del rock duro español en el que se pueden
encontrar temas en su día tan famosos como “La Paz es Verde” o “Más que una
Intención”.
Imprescindible para fanáticos del heavy rock estatal de
aquellos años.
1972 había sido un año intenso para Blue Öyster Cult. El
grupo había girado con Alice Cooper y la intensidad y teatralidad de los shows
que habían compartido les había servido para encarar de otra manera la
grabación de su disco homónimo, dándole mayor empaque a su carácter psicodélico
y a ese espíritu de jam band que arrastraban desde su pasado como Soft White
Underbelly. Pero la evolución no había hecho nada más que empezar.
En esa época, el grupo vivía en una especie de comuna hippie
cuyo centro era el escritor Sandy Pearlman, letrista del grupo desde sus
inicios y como tal miembro no oficial pero siempre reconocido por sus
compañeros. Pearlman se encargaría de dirigir también al grupo como manager
durante gran parte de su carrera, y en esta faceta resultaría decisivo para la
evolución de estos años al entender la importancia de la imagen con la que el
grupo se presentaba ante los demás, tanto en el sentido más literal, el
vestuario y la escenografía, como en cuanto a lo que se decía de ellos, toda la
leyenda que se podía crear alrededor suyo.
En estos apartados, Pearlman ya había ejecutado sus primeras
maniobras desde que la banda se rebautizara como Blue Öyster Cult en 1971. Para
empezar, le había dado al grupo el nombre del culto de adoradores de los
escondidos poderes extraterrestres en la Tierra alrededor del cual giraban sus
historias de ciencia ficción, historias que ya empezaba también a utilizar en
sus letras.
Intentó también rebautizar a cada uno de los miembros con los
nombres de sus personajes de ciencia ficción, aunque el único que aceptaría el
cambio fue el guitarrista principal y segundo vocalista Donald Roeser, que
sería “Buck Dharma” desde entonces y para siempre en el mundillo musical.
La conversión en personajes fantásticos continuaría con las
vestimentas, que tenían como principal reclamo a los dos líderes del grupo.
Buck Dharma aparecería siempre vestido impecablemente de blanco, muchas veces
con un elegante traje completamente de este color y mostrando en el escenario
su actitud calmada y altiva. Como opuesto, Eric Bloom –vocalista principal y
guitarrista de apoyo, además de un torbellino de actitud y chulería en el
escenario- se embutiría en cuero negro y completaría su atuendo con sus eternas
gafas oscuras y accesorios moteros, llevando incluso su vehículo ocasionalmente
a escena.
Eric Bloom y Buck Dharma, el ying y el yang del rock duro americano
En lo de convertir a cada miembro en un personaje
fantástico, al parecer, se habían adelantado a una maniobra que pocos años más
tarde explotaría otra banda que saldría también de esa escena de Nueva York que
ya dominaba BÖC: KISS. Y por cierto, Eric Bloom se convertiría así en el
original hombre de cuero negro y moto sobre las tablas, adelantando también en
eso a quien años más tarde se quedaría ese honor: Rob Halford. Lo gracioso del
caso es que los orígenes de esta indumentaria de cuero tienen su base en el
mismo mundillo en el que se fijaría el Metal God: cuenta Eric Bloom que, para
“construir” su personaje, Sandy Pearlman lo llevó a una calle de Nueva York en
la que entonces florecían las tiendas para la comunidad gay y que compró allí
su primer mono de cuero negro.
Pero en fin, desde entonces y durante la gira posterior a su
disco homónimo en 1972, la fama del grupo como algo diferente y relacionado con
lo oculto había empezado a crecer. Y para potenciar esa fama Pearlman tenía
preparada la jugada para su siguiente disco: llevar las letras desde lo extraño
de “Blue Öyster Cult” (1972) a lo exageradamente ocultista de “Tyranny and
Mutation”.
En esto, Pearlman tenía como referencia a un grupo que
llegaba desde Gran Bretaña pegando fuerte: Black Sabbath. Su pasión por lo
rompedor de la propuesta del grupo de Ozzy y Iommi le llevó a escribir para
“Tyranny and Mutation” algunas letras que llevaban incluso un paso más allá
aquel espíritu tenebroso y ocultista, tocando terrenos como la adoración al
Diablo.
Dice Eric Bloom en una entrevista que Pearlman quería
convertir al grupo en los “Black Sabbath americanos”, pero el bagaje y la
personalidad que ya tenían era diferente y acabarían por adoptar solo algunos
elementos. De hecho, tras este disco, “Secret Treaties” (1974) dejaría atrás
buena parte de la temática más oscura para centrarse en la ciencia ficción,
auténtica pasión de todos los miembros originales. Aún así, el interés de
Pearlman en Black Sabbath quedaría activo y años más tarde aprovecharía el
momento de transición en la carrera de los británicos para convertirse también
en el manager (de 1979 a 1983) de su etapa con Dio, a la vez que continuaba su
trabajo con Blue Öyster Cult e incluso los unía para la famosa gira conjunta de
1980. Pero eso es una historia para otro momento.
En “Tyranny and Mutation”, la influencia de Black Sabbath
llegaba también a la música, siendo evidente el movimiento de las guitarras
desde el sonido más psicodélico del disco anterior hacia lo más denso y rocoso
de este. El riff principal de “Wings Wetted Down” es quizás el más claro
ejemplo de esta influencia.
Sin embargo, en otros momentos lo tomado de Black Sabbath se
mezclaría con su ecléctica propuesta, dando lugar a amalgamas sónicas tan
interesantes como “7 Sreaming Diz-Busters”, en la que se pueden identificar
elementos de ese proto heavy rock, de la psicodelia o del rock progresivo de la
época.
Sumándolo todo al más tradicional rock’n roll, otra de sus
influencias de siempre, la apuesta era fuerte. Sin duda, le daba a Pearlman
elementos de sobra para seguir vendiendo al grupo como algo diferente y
especial.
Hay que tener en cuenta que entonces la banda estaba
permanentemente activa en el bullicioso circuito neoyorkino y que se codeaba en
esas giras con grupos como Iggy and The Stooges o MC5, así que ser unos músicos
eclécticos que cantaban letras complejas podía etiquetar a aquellos otros como
grupos que, a su lado, eran poco menos que rudimentarios cavernícolas. Nacía
entonces otra etiqueta que acompañaría a BÖC durante mucho tiempo, la de
“thinking man rock band”. A diferencia del rock duro como salvaje expresión de
actitud, el rock podía ser también para intelectuales, para jóvenes con
inquietudes... y para viajeros astrales inducidos por el ácido.
La etiqueta parecía adecuada y funcionó. Se dice que unos
años más tarde un crítico entró hasta su camerino poco antes de una actuación y
se lo encontró lleno de libros. Los tipos eran aficionados a la ciencia ficción
y su manager era escritor, ya lo sabemos, pero por lo visto el crítico esperaba
encontrarse con el tópico panorama de droga y alcohol. Lejos de romper el hechizo,
la anécdota sirvió para extender la fama de que los Blue Öyster Cult era
“realmente” estudiosos de las ciencias y lo oculto, y su música la expresión de
estos arcanos conocimientos.
Para acabar de redondear esto, Pearlman también buscaba el
apoyo de la crítica.
Uno de sus más fieles compañeros en esa época era Richard
Meltzer, considerado en los USA como el primer “crítico de Rock” por su seminal
trabajo en el seguimiento que hizo para diversas revistas de las primeras
grandes bandas de rock americano desde finales de los 60s. Meltzer frecuentaba
entonces la misma casa común y hasta se animaba a colaborar con Pearlman
escribiendo letras para Blue Öyster Cult, pero centraba su trabajo en las
reseñas de actuaciones y festivales para las principales revistas musicales de
los USA.
Dispuesto a ayudar en la mitificación del grupo, se dice que
Meltzer publicó una reseña inventada de una actuación en el ficticio festival
del Monte Rushmore, en la que decía que Eric Bloom había saltado durante el
show desde la nariz del presidente Washington. Lejos de quedarse en una broma,
cuenta el grupo que llegaron a encontrarse con un fan que decía haber estado en
ese festival y haber visto el salto del vocalista.
Sea como sea, el terreno estaba dispuesto para que la banda
empezara a crecer popularmente. Y la calidad de “Tyranny and Mutation” y el
siguiente “Secret Treaties”, posiblemente sus dos discos más alabados, servía
como prueba irrefutable de que el grupo lo tenía todo para triunfar. La crítica
lo vio así desde esta época y solo un poco más tarde llegaría el éxito popular
masivo con “Agents of Fortune” (1976), si bien ese disco traería también las
primeras divisiones en cuanto al rumbo musical que tenía que seguir el grupo.
Quedarían, pues, como sus primeras joyas y, en el caso de
“Tyranny and Mutation”, como un disco con un carácter muy especial y envuelto
en misterio. Tanto es así, que incluso se dice que en las tiendas de discos los
jóvenes buscaban símbolos ocultos en el dibujo de la portada y, algo más tarde,
Marvel Comics utilizaría la simbología de la misma, además de la imagen de los
miembros del grupo, para antagonizar una historia de Los Defensores titulada
precisamente “Tyranny and Mutation”. En eso, por cierto, también adelantarían a
KISS.
BÖC en una aventura cósmica de ficción: hecho a medida
En lo estrictamente musical, el disco tiene también algunas
otras particularidades.
Como en el disco anterior, Eric Bloom canta la mayoría de
las canciones, incluso cuando no interviene en la composición. Solo queda una
para la voz de Buck Dharma y dos para el bajista Joe Bouchard.En breve esto iría cambiando y Buck Dharma
pasaría a cantar la mayoría de sus composiciones, mientras que el hermano
Bouchard que tendría más protagonismo con la voz sería el batería Albert,
quedando para Bloom poco más que las suyas. En los directos de toda la etapa
clásica serían Bloom, Buck Dharma y Albert Bouchard, por este orden, los
mayores protagonistas con la voz.
En cuanto a la composición, varios miembros del grupo firman
a la vez bastantes temas, claro reflejo de que el disco fue compuesto durante
la gira del anterior, con todo el grupo junto en la carretera. En discos
posteriores se hizo más habitual que cada miembro aportara sus temas, y eso se
notaría en la diversidad de estilos dentro de esos mismos trabajos. Aquí, todos
participarían de manera notable, a excepción del teclista Allen Lanier cuya
firma no aparece en ninguno de los temas. Mención especial en este apartado
para Albert Bouchard, muy activo aquí a pesar de que también perdería protagonismo
en el futuro.
En cuanto a las letras, Pearlman aporta la mitad del disco,
una queda para Meltzer, otra para Patti Smith -entonces poeta y artista
plástica, además de la novia de Allen Lanier, y en poco tiempo musa de la
escena proto-punk americana de mediados de los 70s con su propio grupo- y el
resto se las reparten los propios miembros del grupo que, dicho sea de paso,
parecían estar en esta época en plena forma.
Considerando todo esto, sería un disco importantísimo en la
evolución del grupo. Teniendo el cuenta el panorama americano de principios de
los 70s, todavía a remolque de la escena británica, además sería todo un hito
en el periodo de formación de una escena americana importante y con carácter
propio.
El 12 de octubre de 1987 Dee Snider anunció la separación de
Twisted Sister.
Hacía tiempo que buscaba su propio camino. De hecho, su
último disco, “Love is for Suckers”, ya había sido inicialmente pensado como el
primer disco en solitario de un Snider con ganas de explorar otros
terrenos, pero la discográfica presionó para que apareciera bajo el nombre de
su grupo. Dee era uno de los frontmen más carismáticos de la escena, pero
Twisted Sister funcionaba mucho mejor como marca consolidada. Hasta que quebró.
Dado el paso, en 1988 Dee Snider reclutó al que fuera
batería de Iron Maiden Clive Burr, al guitar hero Bernie Tormé (quien además de
tener una sólida carrera en solitario, también era conocido por su trabajo en Gillan) y al bajista Marc Russell. Con este equipo se lanzó de
cabeza a por el hard rock que había explorado en “Love is for Suckers”, esta
vez de una manera más decidida y tocando las raíces más auténticas del género.
Hay que decir, eso sí, que aunque se evidenciara ese mayor
gusto por el hard rock americano más clásico y tuvieran una orientación más
“seria” que Twisted Sister, especialmente en las letras, muchos de los temas
que en 1990 tenía preparados la dupla que tomó el mando en la composición (Dee
y Tormé) eran fácilmente asociables al estilo de la banda madre de Snider.
Pero esto no era tampoco lo que querían las discográficas,
deseosas de abanderar un giro musical acorde con la nueva moda de los primeros
90s.
En un callejón sin salida y harto de los problemas con las
discográficas, Snider dio el grupo por separado a principios de década sin
haber publicado finalmente nada. Con un buen listado de temas ya grabado y a
punto, el disco no llegó a salir oficialmente, pero los temas empezaron a
circular y adquirieron fama de trabajo “de culto”.
Tanto, que la pequeña Destroyer Records se decidió a
lanzarlos en 1996 bajo el nombre de “Bloodied and Unbowed”. Ya totalmente fuera
de su época y con el panorama hardrockero casi desaparecido, Desperado estaba
sentenciado a tener mínima relevancia comercial.
De hecho, para entonces Dee Snider ya había tenido tiempo de
volverlo a intentar con no mucha más suerte en otro proyecto en el que
mantendría al bajista Marc Russell, Widowmaker, y de iniciar otra aventura más
con una especie de banda tributo a su propia carrera, los Dee Snider's SMFs.
Pero volviendo a Desperado, sus temas siguieron generando
interés, hasta el punto que la mayor Angel Air Records se hizo con los derechos
y volvió a lanzar el disco en 2006 rebautizado como “Ace”, remasterizado y con
algún ajuste en el track list.
Tal y como se publicó por primera vez en 1996, el debut y
único trabajo de Desperado contenía estos temas:
"Hang 'Em High" -
4:51
"Gone Bad" - 3:44
"The Maverick" -
5:06
"The Heart Is a Lonely
Hunter" - 7:11
"Calling for You"
- 4:54
"See You at
Sunrise" - 5:53
"There's No Angels
Here" - 4:54
"Made for
Trouble" - 3:45
"Ride Thru the
Storm" - 4:30
"Son of a Gun" -
5:34
"Emaheevol" -
4:25
"Easy Action" -
3:52
"Heart of Saturday
Night" - 3:53
A pesar de su mala suerte, valían mucho la pena. Dan para especular con
qué podría haber sido de este grupo si hubiera podido tener continuidad. Y por
supuesto, para pasar un buen rato escuchando buena música. Recordémosla:
Situémonos.
Primeros años de la década de los 90’s y las cosas están cambiando a
toda mecha en el panorama musical, también para el thrash metal. Los años
dorados del género parecen acabados e incluso los más grandes se mueven hacia
otros terrenos. Metallica (sí, a nadie se le escapa que es la gran referencia
para Testament) ha bajado revoluciones y apuesta ahora por temas de sonido más
denso pero a la vez accesible. Y Testament acepta el reto. “The Ritual” se mete
en la liga del famoso “Black Album” o de “Countdown to Extiction”, y sale
escaldado.
No musicalmente, claro. A nivel de composición encaja
perfectamente en esa nueva “manera” de entender el estilo, y el nivel general
–aunque eso sea algo más subjetivo- raya también en la excelencia.Pero sin el Bob Rock de turno, la producción
queda muy lejos de reforzar la propuesta, y el resultado cae por debajo de lo
que podía haber sido. Tampoco hay apuestas fuertes de las disqueras detrás. Y
todo eso es demasiada diferencia. Comercialmente, pues, y a pesar de conseguir
la mejor entrada hasta la fecha de un disco del grupo en las listas de ventas,
sí que sale escaldado. Además, el disco queda pronto en el olvido, por debajo
incluso de los anteriores.
Así que la banda se queda sin lo que compensa el hecho de
que una parte de los viejos fans los tachen de “vendidos”: el éxito.
No nos engañemos. Eso (que el sector más duro de los viejos
seguidores renunciara a ellos) es algo casi inevitable con los años, y también
les pasaba en la misma época a Metallica y Megadeth. Pero tenían tantos nuevos
seguidores que perder a unos pocos no importaba mucho. Y para Testament no era
lo mismo. Así que el siguiente paso había que pensarlo mucho. Y no estaba el
horno para bollos entre estos músicos.
Dos pesos pesados de la banda, Louie Clemente y Alex
Skolnick, salen del grupo. Otro golpe duro, sobre todo teniendo en cuenta que
Skolnick era algo así como la estrella, el “guitar hero” al que admiraban todos
sus seguidores. Pero a él le parecía que la “marca Testament” encasillaba sus
habilidades en unos registros en los que no podía expresarse completamente, y
vio ahí un buen momento para probar fortuna fuera. Pasó por Savatage y otros
proyectos todavía más “lejanos” en los años siguientes.
El baile de músicos para reemplazarlos es caótico. Glen
Alvelais y Paul Bostaph llegan desde Forbidden y abandonan el barco en un
suspiro. De Exodus llega John Tempesta para hacerse cargo de la batería, y para
la guitarra se recurre a un trotamundos de la nueva escena extrema como James
Murphy, que en pocos años había pasado por Cancer, Death y Obituary. Y aquí
tampoco duraría mucho, no. De hecho, los dos nuevos no se habían quitado la
etiqueta de miembros temporales cuando ya abandonaban Testament, seguidos del
bajista fundador Greg Christian. Pero al menos dejan un buen recuerdo grabando
un disco que, en el fondo, parece una apuesta personal del que entonces se
descubría como núcleo duro y estable del grupo: el guitarra Eric Peterson y el
vocalista Chuck Billy. Y Billy, por fin, se luce.
Desde hacía años se venía postulando como uno de los mejores
vocalistas de la escena thrash. En “Low” se confirma, quizá, como el mejor.
Pero antes de eso, volvamos a la “apuesta” que se comentaba
repasando las opciones:
Seguir la senda de “The Ritual” podría dar por fin un “Black
Album” o un “Youthanasia”, pero esa vía parecía segada demasiado radicalmente
sin un apoyo comercial. Volver a su thrash clásico podía ser más seguro
musicalmente, pero en 1994 eso ya parecía un suicidio seguro, el golpe de
gracia a un grupo que agonizaba.Por
otro lado, Pantera parecía estar abriendo un camino nuevo, los 90s empezaban a
coger personalidad y también la escena extrema se estaba asentando, aunque
mucho más lejos de la primera línea de lo que le correspondería como heredera
de un thrash que llegó a tener cierto peso.
Billy y Peterson debieron pensar... “de perdidos al río”. Y
se tiraron de cabeza.
Sin olvidar la herencia de lo anterior, eso sí, porque no
abandonan ese tempo algo más lento, ese estilo más denso. Pero en lugar de
hacerlo comercial, lo refuerzan con algo de ese aire “groove” tan de los 90,
otro tanto de esa violencia tan de los Pantera de la época, y un toque (sólo un
toque) de oscuro y potente death metal. Ah, y con una producción que, ahora sí,
hace justicia.
El resultado, aunque se siga pudiendo etiquetar como
“thrash” y mantenga claras sus influencias de siempre, está casi tan cerca de
un “Vulgar Display of Power” (o más) como de su clásico “The New World Order”,
y no sólo da cuerda al grupo para mantenerse vivo empezando una segunda era. Lo
engrandece ante los fans por la demostración de personalidad al margen, ahora
sí, de lo que hacían ya los antiguos gigantes del thrash.
En esas aguas tan diversas, Billy emerge gigante. Luce
cantando a la manera más clásica del thrash/heavy, se siente cómodo en lo más
melódico de la única balada del disco, y brilla incluso en lo más agresivo y
con su nuevo registro gutural. Firma, además, casi todas las composiciones
junto a Peterson.
Sin Skolnick, es más un disco de riffs demoledores que de
solos imposibles o demás virguerías guitarreras. Pero funciona dentro de ese
espíritu de la nueva época.
Una buena acogida por parte de crítica y público, e incluso
un videoclip (por cierto muy en el estilo noventero, hecho para el del tema
homónimo) que rueda bastante por la MTV hacen el resto.
Si hasta entonces estaban en esa segunda línea del thrash
que se movía tras la popularidad de los cuatro grandes, desde entonces su
nombre se agiganta para los amantes del género y pasa por delante de algunos de
ellos.
Tras seis años de trabajo, de idas,venidas y cambios en la formación, de
cambios también en las disqueras, e incluso de primeras experiencias en la
grabación (aunque no fueranotra cosa
sino un tributo a los Beatles), Asfalto por fin conseguía una propuesta firme
para lanzar su debut.
Un difícil camino en aquel tiempo de cambio que fue la
transición. Pero el resultado merecía la pena, como si todas esas vivencias
quedaran incrustadas en la música, y la vida en la España de mediados de los
70s tuviera que quedar plasmada para siempre en sus canciones.
Y vaya si lo hizo. El desencanto por unos tiempos tan
largamente esperados, la asfixia por el crecimiento del Madrid obrero de la
época, el hastío de la rutina, el deseo de una vida más sencilla y el recuerdo
de la opresión encuentran su espacio dentro un disco que es casi una crónica
de la época.
De una manera extraña, a la vez emotiva y poética, pero también
muy agarrada a la vida banal de la clase obrera y a sus referentes populares. Pero
con un carácter muy reconocible, entonces novedoso, que más tarde
desarrollarían –de una manera más agresiva- los dos gigantes del rock duro en
España que tras la estela de Asfalto estaban por llegar.
Los primeros en grabar para los históricos Chapa Discos,
consiguieron juntar un buen puñado de canciones que han pasado a la historia
del rock de este país, siendo varias de este primer trabajo algunas de las más
reconocidas de su discografía.
Estos fueron los temas:
1. Ya está bien. Una manera estupenda de comenzar un disco: con el tema
más directo y contundente, y marcando estilo para los grupos que estaban por
llegar. Y para las letras, un relato del duro camino del músico de rocken aquel momento.
2. Capitán trueno. Se dice que es uno de los primeros temas
de ese género tan “nuestro” que es el rock urbano, y además una de sus grandes
banderas. Esto es, claro, por la denuncia social que hacen las letras, aunque
sea de una manera tan inocente como invocar a un héroe del cómic para que
arregle nuestras vergüenzas. De cualquier manera, es un tema de gran carisma y
personalidad, en buena parte por la aportación de esa flauta que da un toque
“folk” o incluso “prog” a su sonido. Una de sus canciones más conocidas y un
éxito de la época.
3. Ser urbano. Guitarras dobladas al más puro estilo
setentero de unos UFO o Thin Lizzy, y un tema de mayor peso hardrockero que el
anterior, si bien se mueve por terrenos parecidos. Esta vez la denuncia, de
nuevo de manera muy simbólica y original, se hace del crecimiento de las ciudades como
masas de asfalto y obreros alienados. Algo muy recurrente en el rock de esos
años.
4. Días de escuela. La auténtica maravilla del disco. Uno de
sus temas más dinámicos, más por esa espectacular base rítmica que por un
sonido general que es mucho más técnico y emotivo que duro. Las penurias de la
escuela de la España Franquista resumidas en una canción que inevitablemente
queda para el recuerdo.
5. Todos los días. Con el listón tan alto, y en vísperas del
tema más desarrollado del disco, “Todos los días” se convierte en un puente
ligerito que bien agradece el trabajo.
6. Quiero irme (La huída). Y turno para el tema más largo,
trabajado, y próximo al hard rock de tintes progresivos de unos Rush. De nuevo
uno de los puntos más altos del disco.
7. Rocinante.Otro
de sus temas más conocidos. En un ambiente nostálgico y altamente emotivo, como
de balada de aire sinfónico, el narrador llega al lugar donde han quedado
olvidadas todas las cosas que ya no existen en la caótica sociedad del momento,
y entre ellas Rocinante, símbolo a la vez de la naturaleza (abandonada “por un
tractor”) y las ilusiones de los “Don Quijotes” que han acabado sucumbiendo. El
abandono de la realidad como solución para nuestras penurias, a la curiosa
“manera Asfalto”.
8. La isla del amor. El disco ha girado hacia lo más
tranquilo, y es buen momento para encajar la vieja y alegre influencia de los
Beatles.
9. El emigrante. Y estando ya en estos terrenos, un cierre
tranquilo nunca viene mal para aumentar las ganas de pinchar de nuevo un disco
tan variado como interesante.
Sin embargo, el hecho de que no consiguieran establecer una
dirección clara (como parece evidente si comparamos el heavy rock de “Ya está
bien”, muy en la línea de lo que en pocos años haría famosos a Barón Rojo, con esa
“beatleliana ” “La Isla del Amor”, o con los varios momentos de influencia
sinfónica o progresiva) reavivó las discusiones en el seno del grupo, que tras
el lanzamiento acabaron con una separación que nos dejaría a unos remodelados
Asfalto grabando rápidamente el siguiente “Al otro lado” y a los nuevos Topo,
nacidos de la escisión, corriendo a hacer competencia con su debut.
Sea como sea, “Asfalto” (el disco) quedó atrás como un
pedazo importantísimo de la Historia del Rocken España, y como tal conviene recordarlo.
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