
Pues bien, entonces, ¿qué pasa con “Balance”? Mejoró en ventas al desahuciado y anterior “F.U.C.K”, pero siguió quedándose por debajo en ese criterio de los dos primeros trabajos con Hagar y, por supuesto, de los grandes éxitos con D.L.Roth y, más importante (ya que, después de todo, el “descenso” de ventas significó un triple platino y número 1 en USA, pero es que estamos hablando de Van Halen), a estas alturas es ya el gran olvidado de su discografía cuando toca comentar sus mejores momentos y hasta es, casi para cualquier motivo, difícil siquiera su mención.
Cosa de la época, dirán algunos, y le echarán la culpa a los “malditos 90s”.
Pero no nos engañemos, es difícil ver un disco tan maduro, limpio y potente en su discografía de los 80s, tanto o más escuchar ese protagonismo de bajo y batería (y qué batería) en un disco de los Van Halen más mediáticos, y casi imposible imaginar un trabajo con tan espectacular producción –aquí extendiéndolo a cualquier otro grupo de rock- antes de esos mismos años 90s.
Si la cosa es así y, por tanto, la “culpa” tiene que quedar, en buena parte, para nosotros (el público), restauremos deudas y digamos que si “Van Halen” es el prodigio de su primera época (y uno de los prodigios del hard rock de los 70s en general) y “1984” uno de los más importantes discos de los 80s, un disco tan bien hecho como “Balance” es por derecho propio una de las mayores joyas de madurez de Van Halen y del had rock de los últimos 15 años.
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