sábado, 25 de octubre de 2008
2008 - Eclipse - Are You Ready To Rock
La maquinaria rockera en Suecia parece estar bien engrasada y una vez más nos encontramos ante una novedad que llega arrollando a su paso. "Are You Ready To Rock" ya está recibiendo excelentes críticas y causando sensación entre el público hardrockero europeo, predispuesto cada año a recibir algún bombazo más de las nuevas huestes nórdicas. ¿Pero es Eclipse una novedad?
El caso es que Erik Martensson (voces, guitarra rítmica, bajo y teclados) y Magnus Henriksson (guitarra solista y acústica) formaron Eclipse a finales de los 90s y a principios de la actual década ya publicaron sus dos primeros lanzamientos, eso sí, con una repercusión menor.
Cinco años más tarde, y afortunadamente, podemos decir que el sentimiento de "revival" por el hard rock se ha ido afianzando mucho desde entonces -quizá hasta explotar en los últimos tres años- y que los ojos de los aficionados al género se han vuelto hacia el norte en este tiempo hasta fijarse con detalle en lo que está pasando por tierras suecas. A día de hoy, por tanto, "Are You Ready To Rock" tiene por delante un terreno más preparado para poder alcanzar el éxito que el que tuvieron sus trabajos anteriores.
Pero los cinco años de silencio han valido la pena no sólo por el cambio de la escena: el disco trae consigo una colección de melodías tan certeras que difícilmente pueden ser conseguidas sin mucho trabajo, además de un gran sonido y mucho amor por el heavy rock más melódico de los primeros Europe o Waysted, por ejemplo, por el sonido más metalero de los Whitesnake de los últimos 80s, o por las melodías de Talisman o Danger Danger. Ahí es nada.
Dicho esto, y aunque es difícil que un seguidor de este tipo de bandas pueda resistirse, ahí va una muestra para indecisos.
Que cada uno juzgue. ¿No lo tiene todo para que sea el lanzamiento definitivo que encumbre a Eclipse hacia la primera línea del Hard Rock?
viernes, 17 de octubre de 2008
1988 - Blue Öyster Cult - Imaginos
Nadie esconde que detrás de la reunión de los originales Blue Öyster Cult para “Imaginos” se encontró una maniobra comercial de su discográfica, que veía como lo que quedaba del histórico grupo perdía popularidad a marchas forzadas desde que en 1981 “Fire Of Unknown Origin” marcara el final de la formación original, y de paso de toda una época de grandeza que ya tenía una década. Es algo –lo de las reuniones y las maniobras comerciales- que ha pasado muchas veces, más incluso recientemente.
Claro, lo que venían haciendo los “nuevos” BÖC desde aquel disco del ‘81 ha sido considerado siempre popularmente (y a pesar de que no dejan de ser buenos discos) como el mayor pinchazo de su trayectoria. Por su parte, “el fugado” Albert Bouchard invertía todo el tiempo posible en comenzar carrera en solitario con un ambicioso disco conceptual para el que había reunido a una inmensa pléyade de músicos de los que hoy fácilmente destacaríamos a Aldo Nova, Bobby Krieger (ni más ni menos que un ex The Doors) y, ojo, Joe Satriani.
Lo que no se sabe es la cara que pudo poner el bueno de Albert cuando al poner el proyecto encima de la mesa de la disquera –que debió entonces ver la oportunidad del golpe de efecto esperado- le dijeron que sólo se publicaba si lo firmaba Blue Öyster Cult y participaban sus ex compañeros. Fuera como fuese, la historia nos dice que accedió y que finalmente la adaptación del poema de S.Pearlman del mismo nombre vio la luz como un trabajo más de la veterana banda.
Sin embargo y por mucho cambio que significara “Imaginos” en ese momento de la carrera de los BÖC, la cosa no consiguió relanzar el interés. Es más, el disco cosechó los peores resultados comerciales que había tenido la banda desde su primer disco. Quizá fuera demasiado tarde para resucitar a un viejo gigante del rock duro, más cuando el panorama estaba inundado de novedades llamativas para los oyentes. Así las cosas, no es de extrañar que esto supusiera el mazazo definitivo para el grupo y desde entonces –veinte años ya- sólo haya levantado cabeza para publicar otros dos trabajos de estudio.
Pero que comercialmente fuera el último coletazo de quien se resiste a aceptar que su época ha terminado no implica que el trabajo no fuera digno de su carrera. En ese sentido, muchos son los que se atreven a afirmar que éste es su gran disco, no sólo de los 80s, sino al menos desde sus grandes clásicos de la primera mitad y mediados los 70s. Además, el trabajo consiguió un empaque soberbio y una unidad de sonido que poco habían practicado desde sus primeros años, un nivel de interpretación especialmente inspirado y una producción fabulosa.
A veces oscuro, a veces luminoso, potente –de lo más potente de su carrera- y llevadero, inevitablemente excéntrico pero lo suficientemente controlado. Todo eso, con sitio para ese hard rock “especial” en su tradición, rock más accesible y abierto a puntos jazz (atención al tema homónimo del disco), funk y progresivos, una revisión de su inolvidable clásico “Astronomy” cambiado de tempo e intrumentación para la ocasión y hasta un temazo de heavy tradicional en unos registros cercanos a los que entonces podía fimar, por ejemplo, DIO, con dosis extra de bombástica y el añadido de una llamativa guitarra líder firmada por Joe Satriani, de nombre "The Siege and Investiture of Baron von Frankenstein's Castle at Weisseria". No se puede negar que lo de estos tipos para las letras fue siempre caso a parte.
El recuerdo de como sonaba este tema puede ser una bonita manera de llamar la atención sobre un discazo que de haber sido firmado por otra banda que se encontrara entonces en esplendor, o por ellos mismos unos años antes, bien podría ser hoy una de las más reputadas óperas rock de nuestra música, o codearse con el estatus de disco conceptual de todo un “Operation: Mindcrime”. Para comprobarlo sólo hay que prestarle atención.
miércoles, 15 de octubre de 2008
1990 - Cinderella - Heartbreak Station
Que a un grupo que ya tenía ventas millonarias moviéndose en unos registros más acordes con la moda del momento acelere –dando por hecho que esas “otras” influencias siempre habían estado presentes- la evolución de su sonido y en su tercer álbum parezca otra banda tan diferente a la del estreno como menos adaptada a los medios de su época es algo cuanto menos curioso como caso aislado (más habitual es el caso contrario) y seguramente admirable por la convicción que demuestra, más allá de intereses comerciales.
Y no es que a los Cinderella del “Heartbreak Station” les diera por abrazar algo muy lejano al rock duro que habían hecho desde el principio, sino que sencillamente fueron pelando capas de sobrepuestos y artificios hasta darse de bruces con la esencia del rock más añejo y enraizado en sus primeras influencias.
Si “Long Cold Winter” había anunciado desde su hard rock potente y contagioso a otro hard rock clásico y al blues, o si aquél ya había hecho plasmar en la crítica las comparaciones con unos Aerosmith o Led Zeppelin en lugar de con Britny Fox o Def Lepard, “Heartbreak Station” se fue todavía más atrás para sumergirse en el mundo sónico de unos Rolling Stones, Mott de Hoople, Humble Pie... o unos Animals, por ejemplo.
Sea como fuere, el caso es que –y por decirlo de alguna manera- les quedó un disco para escuchar con botas de espuela y mascando tabaco, más que uno para disfrutar llevando maquillaje y con el pelo enlacado. Si fue o no éste el factor decisivo de su bajada comercial -ojo, aún así el disco fue platino- no es algo claro, dado el camuflaje que aporta el descenso general de popularidad que ya comenzaba a salpicar esos años al saturado panorama y que afectaba a todo lo que oliera a hard rock (o por lo menos a lo que en este terreno no pareciera nuevo), pero por lo menos sí dejaron claro que habían grabado lo que les había apetecido: un disco que rezuma rock a la antigua usanza.
Si este “Shelter Me” que suena sobre estas líneas –con ese ritmo, esos coros femeninos a lo “Gimme Shelter”...- o el tema homónimo –una balada bluesera que arranca recordando aquel “Love In Vain”- no nos transportan de primeras y por ejemplo a aquel “Let It Bleed” de los Rolling Stones es que puede ser momento de repasarlo. Añadidos los retazos funk, el hard rock y los ramalazos sureños, nos queda un conjunto que el tiempo casi ha olvidado y el público ha tratado injustamente, pero que sirve para degustar con calma, más que para un consumo inmediato. Una pena para la MTV, que podemos entender esperaba si no los bombazos que les dio su primer disco al menos los temas de éxito del segundo, y puede que para sus bolsillos. Ahora bien, todo un regalo para los viejos oídos rockeros.
martes, 14 de octubre de 2008
1976 - E.L.O. - A New World Record
Certeras melodías heredadas de los Beatles más inspirados, una exhuberancia sinfónica que descubre a las claras gran admiración por la música clásica y un preciosista tratamiento muy del gusto del rock progresivo y sinfónico de los primeros 70s. Todo eso, realzado con el mayor cuidado que se haya dedicado a la producción en todos los años de la música popular, es lo que presentaba la Electric Light Orchestra en los años 70’s, indiscutible época dorada de su trayectoria.
Formados por Jeff Lynne (uno de los tipos de mayor talento para la melodía que ha dado el rock) y Roy Wood (líder de los sesenteros Move) precisamente como lo que había de ser la nueva encarnación de la banda de este último, la E.L.O. trascendió en seguida y casi “a golpe de violín” la apuesta que podía presentar el viejo grupo de Wood para establecerse como una entidad propia.
Éxito en mano desde sus primeros trabajos, reconocidas obras maestras del rock sinfónico de la época y siempre reconocibles ante cualquier otra banda por la importancia que otorgan a los arreglos de cuerda, además de a todo tipo de matices, se apuntaron otro salto de popularidad a partir de su tercer álbum gracias a las constantes referencias a los cuatro de Liverpool que la crítica comenzó a ver en su música.
Más popular todavía (aunque quizá nunca a la altura que mereció un grupo que no llegó en fama a la altura de los más grandes de los 70s), y señal de ese talento inquieto de Lynne siempre dispuesto a experimentar, fue la apertura hacia otros sonidos que en los últimos 70s les llevó a transitar por los caminos de la emergente música disco exhibiendo el que puede ser el “mejor gusto” con el que se haya tratado nunca a ese género.
A mitad de camino de todo esto y en pleno apogeo creativo y popular, “A New World Record”, efectivamente, un disco “nuevo”, casi mesiánico, para el “nuevo mundo”.
¿Y qué trae a ese“nuevo mundo”? Pues rock ‘n roll de cariz potente que rescata lo más clásico desde los primeros años de esta música y a la vez exhuma personalidad –“Do Ya”, “Rockaria!”-, pop rock de deliciosas melodías al gusto “beatle” y “do-wop” de los 60’s –aquí y allá y sobrevolando todo el disco-, sobrecogedores momentos para la balada –“Shangri-la”, “Telephone Line”-, pinceladas del advenimiento del “disco” que abordaría sin complejos su siguiente “Out Of The Blue” –“Livin’ Thing”- y un sinfín de arreglos sinfónicos y detalles de producción que hechos en 1976 deberían sonrojar a los caros presupuestos que hoy se dedican a resultados menores, de la misma manera que deberían alertar al oyente de que éste es un trabajo a escuchar en el más absoluto silencio y con enorme atención. Todo esto, repartido como sigue, además de con las muestras siguientes:
1. "Tightrope" – 5:03
2. "Telephone Line" – 4:38
3. "Rockaria!" – 3:12
4. "Mission (A World Record)" – 4:25
5. "So Fine" – 3:54
6. "Livin' Thing" – 3:31
7. "Above The Clouds" – 2:16
8. "Do Ya" – 3:43
9. "Shangri-La" – 5:32
En su día disco número 1 en Canadá y Australia, número 5 del Billboard americano y 6 de las listas inglesas, y hoy, ante todo y para despistados, una buena manera de empezar a conocer uno de los capítulos más interesantes que ha dado el rock. Porque en este terreno no hay por qué tenerle miedo a rescatar lo que el tiempo ha engullido y, sí, porque también en esto del rock hay sitio para oídos delicados.
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