La escisión de Topo del seno de Asfalto en 1978 había dejado
tocado a uno de los grupos pioneros del rock duro y el rock urbano en España
cuando parecía en pleno despegue. Esa salida y el consecuente establecimiento de
Topo como, posiblemente, el primer grupo puramente de rock urbano estatal había
hecho que la banda se volcara hacia otro de los estilos con los que coqueteaba
desde sus inicios a mediados de los 70s: el rock progresivo.
Sin embargo, dos discos más tarde y entrados los 80s se
habían hecho evidentes el declive de este género y la necesidad de otra
reinvención. Pero tras probar suerte en 1981 con un enfoque más comercial que
podría haberlos metido en la liga de otros grupos rockeros cercanos a “La
Movida”, el escaso éxito de público parecía querer enterrarlos definitivamente.
La reacción del grupo fue contundente: abrir su propia
disquera, “Snif”; fichar a Miguel Oñate como cantante para que relevara en
buena parte de las voces al también guitarra Julio Castejón y centrarse en esa
otra de sus raíces que sí parecía acogerles con agrado: el rock duro.
Mientras que el panorama progresivo español casi había
desaparecido y el pop-rock los ignoraba, miembros de Leño o Barón Rojo
reconocían a Asfalto como el grupo que les había abierto camino.
Todavía con aislados ecos progresivos que se pueden
encontrar, especialmente, en algunos arreglos de teclado, “Más que una
intención” llegaba en 1983 como una apuesta fuerte, lanzándose incluso en un
formato, el video-LP, que no tenía precedente en España.
Inauguraba así la segunda gran etapa del grupo, la del rock
duro de los 80s, en la que –sin ser una banda que se pudiera llamar
completamente “heavy”- se codearía con las grandes bandas del heavy rock
español de la época. De hecho, varios de los temas de este disco se harían
populares entre la generación de Barón y Obús y habituales de aquellos
recopilatorios que nos presentaban a “los grandes del heavy español”.
Sin ser un trabajo completamente redondo fue un disco
decisivo en su carrera y un clásico del rock duro español en el que se pueden
encontrar temas en su día tan famosos como “La Paz es Verde” o “Más que una
Intención”.
Imprescindible para fanáticos del heavy rock estatal de
aquellos años.
1972 había sido un año intenso para Blue Öyster Cult. El
grupo había girado con Alice Cooper y la intensidad y teatralidad de los shows
que habían compartido les había servido para encarar de otra manera la
grabación de su disco homónimo, dándole mayor empaque a su carácter psicodélico
y a ese espíritu de jam band que arrastraban desde su pasado como Soft White
Underbelly. Pero la evolución no había hecho nada más que empezar.
En esa época, el grupo vivía en una especie de comuna hippie
cuyo centro era el escritor Sandy Pearlman, letrista del grupo desde sus
inicios y como tal miembro no oficial pero siempre reconocido por sus
compañeros. Pearlman se encargaría de dirigir también al grupo como manager
durante gran parte de su carrera, y en esta faceta resultaría decisivo para la
evolución de estos años al entender la importancia de la imagen con la que el
grupo se presentaba ante los demás, tanto en el sentido más literal, el
vestuario y la escenografía, como en cuanto a lo que se decía de ellos, toda la
leyenda que se podía crear alrededor suyo.
En estos apartados, Pearlman ya había ejecutado sus primeras
maniobras desde que la banda se rebautizara como Blue Öyster Cult en 1971. Para
empezar, le había dado al grupo el nombre del culto de adoradores de los
escondidos poderes extraterrestres en la Tierra alrededor del cual giraban sus
historias de ciencia ficción, historias que ya empezaba también a utilizar en
sus letras.
Intentó también rebautizar a cada uno de los miembros con los
nombres de sus personajes de ciencia ficción, aunque el único que aceptaría el
cambio fue el guitarrista principal y segundo vocalista Donald Roeser, que
sería “Buck Dharma” desde entonces y para siempre en el mundillo musical.
La conversión en personajes fantásticos continuaría con las
vestimentas, que tenían como principal reclamo a los dos líderes del grupo.
Buck Dharma aparecería siempre vestido impecablemente de blanco, muchas veces
con un elegante traje completamente de este color y mostrando en el escenario
su actitud calmada y altiva. Como opuesto, Eric Bloom –vocalista principal y
guitarrista de apoyo, además de un torbellino de actitud y chulería en el
escenario- se embutiría en cuero negro y completaría su atuendo con sus eternas
gafas oscuras y accesorios moteros, llevando incluso su vehículo ocasionalmente
a escena.
Eric Bloom y Buck Dharma, el ying y el yang del rock duro americano
En lo de convertir a cada miembro en un personaje
fantástico, al parecer, se habían adelantado a una maniobra que pocos años más
tarde explotaría otra banda que saldría también de esa escena de Nueva York que
ya dominaba BÖC: KISS. Y por cierto, Eric Bloom se convertiría así en el
original hombre de cuero negro y moto sobre las tablas, adelantando también en
eso a quien años más tarde se quedaría ese honor: Rob Halford. Lo gracioso del
caso es que los orígenes de esta indumentaria de cuero tienen su base en el
mismo mundillo en el que se fijaría el Metal God: cuenta Eric Bloom que, para
“construir” su personaje, Sandy Pearlman lo llevó a una calle de Nueva York en
la que entonces florecían las tiendas para la comunidad gay y que compró allí
su primer mono de cuero negro.
Pero en fin, desde entonces y durante la gira posterior a su
disco homónimo en 1972, la fama del grupo como algo diferente y relacionado con
lo oculto había empezado a crecer. Y para potenciar esa fama Pearlman tenía
preparada la jugada para su siguiente disco: llevar las letras desde lo extraño
de “Blue Öyster Cult” (1972) a lo exageradamente ocultista de “Tyranny and
Mutation”.
En esto, Pearlman tenía como referencia a un grupo que
llegaba desde Gran Bretaña pegando fuerte: Black Sabbath. Su pasión por lo
rompedor de la propuesta del grupo de Ozzy y Iommi le llevó a escribir para
“Tyranny and Mutation” algunas letras que llevaban incluso un paso más allá
aquel espíritu tenebroso y ocultista, tocando terrenos como la adoración al
Diablo.
Dice Eric Bloom en una entrevista que Pearlman quería
convertir al grupo en los “Black Sabbath americanos”, pero el bagaje y la
personalidad que ya tenían era diferente y acabarían por adoptar solo algunos
elementos. De hecho, tras este disco, “Secret Treaties” (1974) dejaría atrás
buena parte de la temática más oscura para centrarse en la ciencia ficción,
auténtica pasión de todos los miembros originales. Aún así, el interés de
Pearlman en Black Sabbath quedaría activo y años más tarde aprovecharía el
momento de transición en la carrera de los británicos para convertirse también
en el manager (de 1979 a 1983) de su etapa con Dio, a la vez que continuaba su
trabajo con Blue Öyster Cult e incluso los unía para la famosa gira conjunta de
1980. Pero eso es una historia para otro momento.
En “Tyranny and Mutation”, la influencia de Black Sabbath
llegaba también a la música, siendo evidente el movimiento de las guitarras
desde el sonido más psicodélico del disco anterior hacia lo más denso y rocoso
de este. El riff principal de “Wings Wetted Down” es quizás el más claro
ejemplo de esta influencia.
Sin embargo, en otros momentos lo tomado de Black Sabbath se
mezclaría con su ecléctica propuesta, dando lugar a amalgamas sónicas tan
interesantes como “7 Sreaming Diz-Busters”, en la que se pueden identificar
elementos de ese proto heavy rock, de la psicodelia o del rock progresivo de la
época.
Sumándolo todo al más tradicional rock’n roll, otra de sus
influencias de siempre, la apuesta era fuerte. Sin duda, le daba a Pearlman
elementos de sobra para seguir vendiendo al grupo como algo diferente y
especial.
Hay que tener en cuenta que entonces la banda estaba
permanentemente activa en el bullicioso circuito neoyorkino y que se codeaba en
esas giras con grupos como Iggy and The Stooges o MC5, así que ser unos músicos
eclécticos que cantaban letras complejas podía etiquetar a aquellos otros como
grupos que, a su lado, eran poco menos que rudimentarios cavernícolas. Nacía
entonces otra etiqueta que acompañaría a BÖC durante mucho tiempo, la de
“thinking man rock band”. A diferencia del rock duro como salvaje expresión de
actitud, el rock podía ser también para intelectuales, para jóvenes con
inquietudes... y para viajeros astrales inducidos por el ácido.
La etiqueta parecía adecuada y funcionó. Se dice que unos
años más tarde un crítico entró hasta su camerino poco antes de una actuación y
se lo encontró lleno de libros. Los tipos eran aficionados a la ciencia ficción
y su manager era escritor, ya lo sabemos, pero por lo visto el crítico esperaba
encontrarse con el tópico panorama de droga y alcohol. Lejos de romper el hechizo,
la anécdota sirvió para extender la fama de que los Blue Öyster Cult era
“realmente” estudiosos de las ciencias y lo oculto, y su música la expresión de
estos arcanos conocimientos.
Para acabar de redondear esto, Pearlman también buscaba el
apoyo de la crítica.
Uno de sus más fieles compañeros en esa época era Richard
Meltzer, considerado en los USA como el primer “crítico de Rock” por su seminal
trabajo en el seguimiento que hizo para diversas revistas de las primeras
grandes bandas de rock americano desde finales de los 60s. Meltzer frecuentaba
entonces la misma casa común y hasta se animaba a colaborar con Pearlman
escribiendo letras para Blue Öyster Cult, pero centraba su trabajo en las
reseñas de actuaciones y festivales para las principales revistas musicales de
los USA.
Dispuesto a ayudar en la mitificación del grupo, se dice que
Meltzer publicó una reseña inventada de una actuación en el ficticio festival
del Monte Rushmore, en la que decía que Eric Bloom había saltado durante el
show desde la nariz del presidente Washington. Lejos de quedarse en una broma,
cuenta el grupo que llegaron a encontrarse con un fan que decía haber estado en
ese festival y haber visto el salto del vocalista.
Sea como sea, el terreno estaba dispuesto para que la banda
empezara a crecer popularmente. Y la calidad de “Tyranny and Mutation” y el
siguiente “Secret Treaties”, posiblemente sus dos discos más alabados, servía
como prueba irrefutable de que el grupo lo tenía todo para triunfar. La crítica
lo vio así desde esta época y solo un poco más tarde llegaría el éxito popular
masivo con “Agents of Fortune” (1976), si bien ese disco traería también las
primeras divisiones en cuanto al rumbo musical que tenía que seguir el grupo.
Quedarían, pues, como sus primeras joyas y, en el caso de
“Tyranny and Mutation”, como un disco con un carácter muy especial y envuelto
en misterio. Tanto es así, que incluso se dice que en las tiendas de discos los
jóvenes buscaban símbolos ocultos en el dibujo de la portada y, algo más tarde,
Marvel Comics utilizaría la simbología de la misma, además de la imagen de los
miembros del grupo, para antagonizar una historia de Los Defensores titulada
precisamente “Tyranny and Mutation”. En eso, por cierto, también adelantarían a
KISS.
BÖC en una aventura cósmica de ficción: hecho a medida
En lo estrictamente musical, el disco tiene también algunas
otras particularidades.
Como en el disco anterior, Eric Bloom canta la mayoría de
las canciones, incluso cuando no interviene en la composición. Solo queda una
para la voz de Buck Dharma y dos para el bajista Joe Bouchard.En breve esto iría cambiando y Buck Dharma
pasaría a cantar la mayoría de sus composiciones, mientras que el hermano
Bouchard que tendría más protagonismo con la voz sería el batería Albert,
quedando para Bloom poco más que las suyas. En los directos de toda la etapa
clásica serían Bloom, Buck Dharma y Albert Bouchard, por este orden, los
mayores protagonistas con la voz.
En cuanto a la composición, varios miembros del grupo firman
a la vez bastantes temas, claro reflejo de que el disco fue compuesto durante
la gira del anterior, con todo el grupo junto en la carretera. En discos
posteriores se hizo más habitual que cada miembro aportara sus temas, y eso se
notaría en la diversidad de estilos dentro de esos mismos trabajos. Aquí, todos
participarían de manera notable, a excepción del teclista Allen Lanier cuya
firma no aparece en ninguno de los temas. Mención especial en este apartado
para Albert Bouchard, muy activo aquí a pesar de que también perdería protagonismo
en el futuro.
En cuanto a las letras, Pearlman aporta la mitad del disco,
una queda para Meltzer, otra para Patti Smith -entonces poeta y artista
plástica, además de la novia de Allen Lanier, y en poco tiempo musa de la
escena proto-punk americana de mediados de los 70s con su propio grupo- y el
resto se las reparten los propios miembros del grupo que, dicho sea de paso,
parecían estar en esta época en plena forma.
Considerando todo esto, sería un disco importantísimo en la
evolución del grupo. Teniendo el cuenta el panorama americano de principios de
los 70s, todavía a remolque de la escena británica, además sería todo un hito
en el periodo de formación de una escena americana importante y con carácter
propio.
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